lunes, 18 de junio de 2012

132 botes de basura, por favor, o la clarividencia está de moda

"Ya ven, a mí ya me latía". "¿Qué a poco no se habían dado cuenta? Si yo me di cuenta luego luego", e infinidad de comentarios en este tenor se leen en la nota http://colorelectoral.excelsior.com.mx/nota/q/841936 Ahora resulta que a nadie se le había escapado que los 131 jovencitos que decían "somos fresas pero no pendejos" estaban perfectamente organizados por el gran lama del pantano y sus secuaces, muy expertos todos en organizar fuerzas de choque disfrazadas de "movimientos ciudadanos". Bástenos con recordar la campaña de las toallas sanitarias, que se autoproclamaba como "un movimiento cien por ciento ciudadano" y con eso ya teníamos para empezar a sospechar. Pero resulta que, a partir de ciertos videos, digamos, "bochornosos", que han salido muy recientemente a la luz, donde integrantes del mismo movimiento aceptan quiénes están detrás de la movida, la cosa, una vez hecha obvia, comienza a levantar las ronchas de una ciudadanía hasta hace poco bastante crédula. Pero no, señores, no hacen falta bolas de cristal para darse cuenta de lo que desde un principio fue muy obvio. Y no, no lo fue porque yo me asuma tan clarividente como la misma ciudadanía que hoy día se burla de la aparente ingenuidad y calidad borreguil de unos porros fresas que se dejaron llevar por la ficción de un "movimiento ciudadano" que podría tener algún tipo de impacto en las próximas votaciones. No: hechos hay que daban para levantar más de una sospecha, preguntas había que, de habérsele ocurrido a más de uno, la máscara se les hubiera caído más rápido que al luchador más malo, aquejado de la llamada "venganza de Moctezuma", una noche de sábado en la Coliseo llena hasta las lámparas. Veamos los por qués. Para empezar, el señor del copetito que quiere ser presidente siempre ha sido lo que es, políticamente hablando. No son nuevos ninguno de los milagritos que los del 132 dicen haber descubierto. Mi primera pregunta, cuando comenzaron los alborotos en una universidad sita allá por los rumbos de Santa Fe fue la siguiente: si tan inconformes están con el candidato del PRI, ¿por qué no fueron a protestar al CEN de dicho instituto político cuando ungieron oficialmente al señor? Era lo obvio, ¿no? Si son tan, pero tan conscientes del peligro que representa el señor del copetito para el país, ¿no era lo lógico irle a protestar desde el principio? Pues ni es tan obvio ni es tan sencillo. Porque, curiosamente, las protestas comenzaron más o menos hacia la mitad de la contienda electoral. ¿Qué tiene que ver esto con que los jóvenes hayan despertado y se hayan puesto a marchar? Todo. Primero, había que ver qué tal jalaba la idea de la "República amorosa" de cierto señor que no usa gel ni peine y que también quiere ser presidente. Una vez los archimandritas del partido del señor despeinado se hubieron dado cuenta de que eso era una gran jalada que no estaba levantando grandes olas, se decantaron por la estrategia de sacar a la gente a las calles, en esta ocasión unos chavos con muchas ganas de sacarse de encima la reputación de inútiles, mantenidos, rémoras, prepotentes y demás que suelen tener los fresas en este país. El tiempo no pudo haber estado mejor escogido, como ya se dijo: a mitad de la contienda electoral. Ni antes ni después. De haber surgido con posterioridad, el movimiento "juvenil" y ciudadano no hubiera tenido chance de armar el borlote que han hecho. Y con anterioridad, no tenía mucho sentido, amén de que algún vivo los hubiera destapado desde antes, neutralizando su utilidad para el empuje del señor despeinado, quien, por cierto, ya comienza a proferir las amenazas de hace seis años, alegando que él va por delante en sus encuestas. Cual Babe Ruth redivivo, ya está cantando el fraude en una votación que todavía no se lleva a cabo. Otro de los motivos de sospecha del mentado 132 es que su capacidad organizativa y de llegar a cuerdos es prácticamente nula. Cuando hicieron su asamblea para definir sus estatutos o como quiera que llamen al mamarracho constitutivo de su mamarrachesco movimiento, fue claro que no son capaces de ponerse de acuerdo. Quizás había almas de buena voluntad que se dejaron llevar por aquello del "apartidismo" y del "impulso a la participación ciudadana" y lógico, al ver que la cosa se iba tiñendo de colores abejorrescos, protestaron. Esto resultó en la denegación de voz y voto a los representantes de varias universidades del país, quienes, lógicamente, salieron de la asamblea muy decepcionados. Ojo, esto no es más que una simple teoría, porque tal vez, en un arranque de caballerosidad, los ninguneados no hicieron ninguna declaración al respecto. Pero, regresando al punto, resulta muy de notar que un organismo que no es capaz de lograr acuerdos, en donde evidentemente hay grupos que buscan llevar más agua a su molino y conseguir más voz para sus propias agendas, que chocan con quienes se tragaron el pavo hasta la cola, haya conseguido, sin mayores problemas, organizar un debate al que acudirán tres de los cuatro candidatos a la presidencia. Todo lo logístico ya lo tienen arreglado, ya arreglaron su formato que, aunque es una ridiculez, se pusieron de acuerdo en presentarlo así...en fin, se pusieron de acuerdo, se coordinaron, se organizaron. ¿En serio? La puntilla la da el conciertazo en el Zócalo capitalino. Mañosamente, se promovió como "concierto en apoyo al movimiento Yo soy #132", como una iniciativa salida sabrán ustedes de dónde por las simpatías que despiertan los chamacos, tan idealistas ellos, tan preocupados por su país. Lo cierto es que no cualquiera puede organizar un concierto en el Zócalo capitalino así nomás. Si no lo organiza Marcelo, supongo que ha de costar dios y ayuda el obtener el permiso, amén de que coordinar todos los detalles que la organización de un evento de tal magnitud no ha de ser de "enchílame otra gorda". El elenco fue notorio: músicos, o bueno, gente que toca, que siempre han sido abiertamente partidarios del señor despeinado. Esto, además del lugar del concierto, del que ya se anuncia una segunda parte, levanta sospechas, por decir lo menos, de las ligas del movimiento--no pun intended--con el partido que está al frente de la jefatura de gobierno capitalino, o sea, con el instituto político al que representa el señor despeinado en esta contienda electoral. El destape de los videos no es sino la cereza en el pastel, un pastel amarillo con franjas negras que se dejó ver los colores muy rápido pero que se empeñaba en decir que no, que lo que uno veía no era, que era otra cosa pero eso no. Porque, de entre la clarividencia ciudadana surgen perlas gordas como garbanzos de a libra, que es una verdadera pena que no hayan salido a la luz antes. Omitiré el nombre de quien proporcionó el dato, pero esto se lee en la sección de comentarios de la nota a la que referí al principio: "Yo siempre dije que esto olía a MORENA es la estrategia que le preparo COSTA BONINO, lo mismo hizo enPerú busquen en youtube ahi esta toda la información, pero ya nada queda oculto, y todo se descubre, Y NADIE SABE POR DONDE VA A BRINCAR LA LIEBRE, SALUDOS". Si esto resulta ser cierto, estamos más fritos de lo que yo siempre he creído. Porque, díganme ustedes, ¿cómo podemos hablar de una sociedad informada, si un sector de la población se deja manipular tan groseramente por un señor al que el bien del país le importa bien poco? ¿Ustedes dejarían en manos de una sociedad evidentemente caprichosa, resentida, inconsciente, mal informada y fácilmente acarreable un arma como la revocación de mandato? "Un esfuerzo más, franceses, antes de que os podáis llamar republicanos", decía el Marqués de Sade desde la Bastilla. "Mucho, muchísimo esfuerzo más, mexicanos, antes de que os podáis llamar una sociedad informada, consciente y madura", digo yo. Porque numeritos como el del 132 demuestran justamente que somos lo contrario.

jueves, 12 de abril de 2012

Los "niños incómodos" y el factor de shock electorero

Estamos en plena guerra de campañas. Los candidatos se deschongan, se comprometen, hacen apuntes sobre la actualidad del país...y de propuesta, nada. Algo que ha cambiado, sin embargo, en la arena política en los últimos años, es una entelequia que se ha dado en llamar "participación ciudadana", en donde, supuestamente, miembros equis de la sociedad, justamente como usted o como yo, encuentran nichos desde los cuales expresar sus opiniones y hasta sus exigencias a los políticos. Huelga decir que el que estas iniciativas "ciudadanas" salgan del seno mismo de la sociedad civil es una mentira: los de la campaña de las toallas sanitarias estaban más que cobijados por el señor Bejarano, que de "sociedad civil"--entiéndase por esto "apartidista"--tiene lo que yo de marciana, y los del "Alguien tenía que decirlo", más bien, la cabeza visible de tal "organización", que se ha apropiado de la palabra "pinche" como su eslogan, es un fulano que está evidentemente muy bien conectado en el mundo de los políticos y cuya revista tiene bien poco de opinión de la "sociedad civil", en esta ocasión entendida como los ciudadanos cualquiera, como usted o como yo; es más, en un esfuerzo por levantarse como el abanderado de la opinión "libre", el tipo no cuenta entre sus colaboradores a ilustres desconocidos, que se supone, es el objetivo que persigue. No, la libertad de expresión tiene límites: si es usted Juan Pérez, tiene todo el derecho de ir a la página de la organización esa a tirar cuantos "pinches" le plazcan, pero no más.

Así las cosas, la ciudadanía que no tiene para contratar espectaculares o camiones para publicitar sus "esfuerzos ciudadanos" y que busca hacerse oír busca acuciosamente cuanto medio se le ofrece, justamente como hace una servidora. Algunos abren blogs de opinión, que se hacen más o menos famosos en la hoy concida como "blogósfera"; otros participan en foros de opinión y hay quienes simplemente se limitan a agradecer a los medios electrónicos que les den un "espacio" en su sección de comentarios a noticias o videos. La desesperación manifiesta de quienes buscan espacios "donde expresar mi opinión como ciudadano" en ocasiones llega a tanto que se arman acalorados debates en las redes sociales, en los comentarios a videos y en la sección de preguntas y respuestas de conocidísimo portal. Y la gente está tan hambrienta y tan ansiosa de escuchar voces distintas de las de los informadores de siempre--a quienes tachan de esto y de aquello, como si para validarse como opinón con credibilidad hiciera falta la credencial de descalificar a los "medios" o a las "televisoras", los eternos villanos en el juego electoral, ya que, a decires de muchos son quienes hacen o deshacen a los aspirantes a cualquier puesto de elección popular a su modo y conveniencia--que cae presa fácil de ciertas manifestaciones aparentemente gestadas y dadas a luz de manera "independiente". Independiente, se entiende, del juego que se juega en la palestra de los políticos.

Tómese, por ejemplo, el caso del video de los "niños incómodos". Si no lo ha visto, diré que se trata de un pequeño sketch de la vida diaria en México, sólo que actuado exclusivamente por niños. Así, vemos niños asaltados o secuestrados por otros niños, niños manifestándose en las calles reprimidos por niños granaderos, niñas en una calle paralizadas por el terror causado por una balacera orquestada por niños policías quienes, a su vez, van a capturar a un niño narcotraficante...Hay que alabar la habilidad de quien construyó semejante discurso, porque la gente cayó redonda. Los comentarios no tienen desperdicio: están desde quienes asienten bovinamente diciendo que qué razón tienen al apuntar tan claramente la realidad del país hasta quienes afirman de manera contundente que es cierto que los nenes son ahora las nuevas armas de la delincuencia porque ya son ellos los que roban, secuestran, trafican drogas y hasta asesinan. Puede que todos los comentarios tengan su punto de razón, pero también queda algo muy claro: la capacidad de análisis de la gente se diluye, se desvanece ante el entusiasmo de oir "voces ciudadanas" que dicen "lo que queremos oir, lo que en verdad necesitamos, no las mentiras de los políticos".

Es verdad aquello de que "lo que choca, checa", es decir, aquello que más nos choca es justamente lo que más nos resuena porque muy probablemente en el tapadillo, en el clóset, pensamos y hacemos lo mismo. En este caso, sucedió lo que los perpetradores del choque visual de moda querían: que la gente sintiera que estaba "despertando", que la gente se revolviera, que tomara por bandera y convirtiera en "ciudadana" una iniciativa empresarial, que vociferara que efectivamente, un país así no lo quieren para sus hijos, que los políticos tienen que cambiar, que son ellos los que tienen que venir a cambiarnos el rumbo. Y hasta ahí, muy bien. Yo creo, más bien, que lo que sucedió lo ilustran muy bien las palabras de Upton Sinclair al ver la reacción de la gente cuando se publicó su "The Jungle", allá en los primeros años del siglo pasado: "yo apuntaba al corazón de la gente y le di a su estómago". Porque, como ya apunté anteriormente, "lo que choca, checa"; la retórica del video y su elevadísimo factor de choque tapan efectivamente la primera pregunta que, en todo caso, cualquier ciudadano verdaderamente responsable y consciente se haría: "y si esos niños son delincuentes (porque hay que entender que hay quienes se tragaron el pavo hasta la cola), ¿dónde quedaron sus padres?" Y el video le dio, y muy certeramente, al estómago de la gente, al grado que exclaman: "ya basta, ya no más, ¿qué futuro les vamos a dar a nuestros hijos, qué país, con esos políticos que tenemos?", tal como si los políticos se dieran en macetas o los empresarios vinieran de otro planeta.

Amén de las muy curiosas reacciones de la gente frente a un video protagonizado por niños actores, cosa que no hay que perder de vista, pero patrocinado, producido y escrito por adultos, queda claro que el factor de choque cumplió con su cometido: hacer pensar a la gente que la situación está tan mal que efectivamente los niños corren grave riesgo de convertirse en delincuentes a temprana edad por culpa del gobierno, porque el gobierno no hace nada, porque el gobierno está pervirtiendo la inocencia de los niños, como si fuera la obligación del gobierno hacer de nana de los hijos que los ciudadanos, muy libremente, traen al mundo para luego desentenderse de ellos. Porque si vamos a ponernos literales, tal como hace mucha gente que comenta el video, podría muy bien apuntarse la ausencia de los adultos y podría muy bien decirse que es justamente la situación de millones de niños a los que los padres dejan al cuidado de la vecina, de la abuela, si bien les va, o de la televisión; y también podría y debería señalarse que, cuando esos niños de los que nadie se ocupó se convierten en delincuentes juveniles, a los padres, sí, a esos mismos padres que los trajeron al mundo para botarlos después, les da por quejarse: que si en la escuela no los educan, que si la televisión es basura y por eso los niños son así, que si acá que si allá para terminar por decir que nada funciona y que el gobierno es corrupto porque no hace lo que le toca y por eso sus hijos acabaron en la correccional primero y en la cárcel después. Sí, efectivamente, el video cumplió con el cometido de decirle al ciudadano, una vez más, que no importa que él organice la pachanga, haga el escándalo, traiga a los borrachos y destroce la casa; siempre habrá la chacha que tendrá que venir a limpiar el tiradero y de la cual quejarnos cuando la casa no quede limpia.

jueves, 5 de abril de 2012

The sorry case of an utterly deluded woman

During my teenage years, I started hearing of this thing called "women's liberation". Wow, I thought, why not? What was wrong with thinking that women were not just some sort of baby-making machines, whose sole purpose in life was to search for a husband and become all honourable home-makers? What was wrong with thinking, believing, I would say, that women were as, if not more, capable as men? This is how I started loathing stereotypes: girls do this, boys do that. Girls behave like this, guys behave like that. But there was one I deemed particularly dangerous: girls can do this, boys can do that, what meant "girls can't do this while boys can do it". Why?, I thought. I mean, I have two hands, two feet, two eyes and brains as functional as any guy's. Why should I be limited by standards that felt alien to me? Why should I respond to stereotypes that did not ring any kind of bells within me?

Sadly, as years went by, I realized that that thing of "women's liberation" was nothing but a big, fat lie. I mean, while I was in my teens, I didn't notice anything of the so-called girls' group, the Queen Bee and all that stuff that films of the like of "Mean Girls" feed upon. Perhaps it was because at my high-school there were no clear social or economical divisions, and, if there were, they went unnoticed. I don't remember any of my female friends making remarks about the other girls' attire, if the wore designer clothes or not or anything of the such, and things like "anorexia" were completely out of our vocabulary. My naivete regarding "women's liberation", so, perhaps comes from this sort of environment, where there were no catfights over wearing the same outfit and definitely there was no such a thing like fierce competitiveness in order to see who the most popular among us was. It came, of course, as a big surprise to find out that, notwithstanding what I felt or thought on the subject, it simply did not have a place in the, let's say, "real world".

The older I got, the clearer it appeared to me what a big delusion to speak of "women's liberation" was. Take, for example, the so-called women's magazines. Their discourse has not changed a bit over the years. One could think that women's worries are exactly the same they have always been: to look pretty, to be fashionable and to stay fit in order to catch a husband. This is very sad, in my opinion: it has led to the perpetuation of myths about womanhood and it has contributed to keep building a completely artificial concept of what womanhood is. But here I have a question to make: do the magazines and the media in general actually shape us as society, or is it that they are mere reflections of what we have always been as a society, understanding the term "society" as a cultural entity that shares certain values and prejudices?

Take, for example, the sad case of Samantha Brick. This woman, who boasts a successful career on TV and now has nothing better to boast of than a French husband-a dominant, overweight and balding lumberjack ten years her senior-, has written a piece where she complains of the woes she has gone through for being oh-so-beautiful. Champagne bottles sent to her table, flowers offered to her at markets, free drinks, paid-for cab rides and train tickets...all of these unwanted courtesies are nothing compared to the true hell that has meant for her being hated by jealous women. Because, let's get the point clear right from the start: in Brick's world, all women are haters and all men are potential suitors.

It comes across as a funny thing that it is precisely her who points this out. Looking in her past archives in the Daily Mail, where she publishes her writings, I am almost convinced that this woman is short of being a schizophrenic. On the one hand, she thinks all men are potential suitors, and that's ok, because that's the way it should be, especially when you are as beautiful as she is. On the other hand, she does not hesitate to call those same suitors whom she deems ok because that's the way it should be, sexist pigs. She accuses women of being mean to her, but then, she impudently states that she would rather spend her lunch time flirting with the bosses than wasting her oh-so-precious time having lunch with the girls. This is particularly interesting, for let us not forget that she stated that men in the entertainment industry are sexist pigs. But, as contradictory as it may be, the general feeling I got from her writings is that this woman is a firm believer in the corporate, social and political prowess of men. In her controversial writing, she says, more or less, that for a woman to pass through certain tresholds, the doors should be open by a gentlemanly hand. Women are just slammers who, when a threat coming from another woman is perceived, will shut the door against her face. And then, in her first contribution to the Daily Mail, when narrating her corporate woes-...hold a second...is it just me, or does this woman seem to be constantly complaining about this or that?-when being the head of her own company, she says that it basically went bankrupt because an all-girl environment, the ideal one she wanted to create in order to avoid the "sexist pigs" that had made her career so miserable, was nothing short of pure hell, merely because women are always so mean to each other that it is impossible for a company to thrive in such conditions. What she fails to mention there is that as a boss she was just as uncapable as all of her employees, though she makes several points attacking her manager for her lack of assertiveness and spirit to solve conflicts; of course, she says that the lack of professionalism and overall interest in their jobs in the women under her charge is appalling, so much so that they will only behave when having men around, but how on Earth can she condemn such a behaviour when, having the chance to rule her own company, to enforce her behaviour codes and to create the environment she wanted to, she just went back to what she knew best: that only men are capable of taking decisions, of being the head?. I would like to say that if her company went belly-up was due to her own incompetence, not to mention her own acknowledged addiction to clairvoyants and fortune tellers of various kinds, which speaks of a woman uncapable and unable to think for herself and make her own decisions. Pre-menstrual syndrome as a cause for the bankruptcy of a company? Nah, there is no way on this Earth I am going to buy that. In fact, I don't quite believe in the so-called power of hormones to transform a well balanced female into a harpy of sorts a few days of the month. I would rather believe this woman embarked in a venture for which she was not fully prepared, really did not know what she was getting into and had, in her very own words, a very poor business plan. To hell with hormones, then.

The Brick woman goes on in her rants to say that she used to be a greatly successful TV executive who now, after her company went bankrupt, lives quietly and makes a modest living out of being a free-lance writer who sheds light on the sordid corporate world. Then again, what she fails to note is that, at least to me, all her arguments come across as little more than poor justifications. If she lived as happily as she states she does, why, oh why, she always seems to be justifying why and how her company went bankrupt, forcing her to the lifestyle she says she cherishes so much? In the piece that caused the most controversy and that made her an instant celebrity, it is as if she stated that yes, she was successful but not because she was so intelligent: it was merely because she is beautiful. It is funny, because one could think that people will always be envious of a successful person, but in this case, no one talks about her success, real or fictitious. No, what everyone points out is that this lady is clearly delusional because, for starters, to some she is not even pretty. Letting that aside, I would like to say that this poor lady is obviously very affected by the fact that she now has to live a quiet and secluded life in rural France when she obviously is convinced that she was made for the brightest of success, socially and financially. All her writings are lame justifications as to why she is not leading the life she supposedly should be living, given that she is so beautiful. She is always blaming this and that to justify her own mistakes; she does not own the poor decisions she has made all through her life, and obviously the culprits are always women. The clairvoyant who told her to wrap up her operation in LA to go back to the UK; the women she hired when she formed her own company, and now, all the women around her, have plotted and planned against her, to sink her into her current misery, which she tries to mask saying she is oh-so-happy, and have succeeded. It is as if this Brick woman thought that there is a big conspiracy against her and only her, led by the meanest of women who cannot stand her, the most beautiful of women. Obviously, she doesn't think that her failures come from poor decision making or poor judgement, or, why not saying it? From utter lack of capacity and intelligence. What she fails to see is that utter lack of intelligence and capacity may come in any size or form: there are idiot men and women all over the world. The bad thing is that Brick makes the rest of women regret precisely being women. I, for one, would not like to belong in the same club as her.

Are we really to take seriously a woman like this, like the one her own writings portray? If the answer is "yes", I'd say we are in for a big mistake. It's beyond me the purpose of this woman in writing such "inflammatory" pieces, but there is one thing quite clear to me: if anyone wants to debunk the myth of women's liberation, go to Samantha Brick's writings. There are all the answers you can hope for as to why women's liberation has always been nothing but a myth and a lie. There you are going to find the perpetuation of the classic female stereotypes whose only worry is to find, catch and retain a husband, destroying all the competence in the process. The professional world? Nah, women are not made for that in Brick's world. In her world, and in her words, women are mean, vile, base and horribly competitive creatures that will not hesitate in trying to bring down the alpha-female in order to feel and be validated by men, who, by turns, are the suitors, the gallants or the enemy. As for me, I would rather stick to the lie of women's liberation than believe Samantha Brick's sick, distorted and profoundly nauseating vision of the female world, of which, of course, she and just she is the exception confirming the rule. Thanks, but no, thanks. If I am to live deluded, I would rather do so in my own delusion than hers.

domingo, 6 de junio de 2010

Controversias que genera el tapadismo

El tapadismo es un tema de discusión sumamente controvertido. Unos dicen que está bien y otros que está mal. A unos les parece una cuestión política y a otros les parece cultural. No, no me refiero a nuestros "tapados", aquellos personajes que aparecían en los cartones de los periódicos con la cabeza cubierta por un paño dejando al descubierto sólo los ojos cuando el tiempo de elecciones se acercaba y se daba por sentado que, al serle removida la servilleta de la cabeza se vería ni más ni menos que al próximo presidente de México. No, no voy a hablar de las épocas doradas del PRI, que ahora, quizás, gracias a la memez de muchos conciudadanos veamos revivir. No, hoy no quiero hablar de política nacional. Hoy me voy a meter con el tapadismo literal: el trapo que las musulmanas se ponen en la cabeza para cubrirse.
Mucho se ha llevado y traído la discusión en distintos parlamentos europeos. En Suiza, por ejemplo, se habla de que si los cantones en su totalidad están de acuerdo, se llevará la discusión a las cámaras para ver de eliminar la cubierta con que las musulmanas tapan sus cabezas y partes de su anatomía. En Bélgica y Francia se ha llevado un paso más allá: no sólo se trata del trapo, sino que se han buscado todas las disculpas jurídicas posibles en el asunto. Sarkoszy ha llegado a decir que se trata de defender la laicité del estado francés, ya que, según el ínclito mandatario, el velo, o burqa, es una manifestación eminentemente religiosa. Han llegado al extremo de decir que, tras el asalto a una joyería francesa por un par de individuos envueltos en el famoso trapo, su eliminación se ha convertido ya en un asunto de seguridad a efectos de identificación policial, ya que se trata de ver la cara, literalmente, de la gente que transita por las calles, no vaya siendo un delincuente disfrazado de modesta esposa o hija musulmana.
Las reacciones, por supuesto, no se han hecho esperar. Los más virulentos grupos feministas alegan que está bien que se prohíba su uso, que el velo es un elemento de sojuzgación femenina anticuado y retrógrada. Han llegado a bramar, presas de su entusiasmo, que incluso atrás de una fémina tapada se esconde un marido golpeador y ¿por qué no?, hasta asesino en potencia. Feminicida, perdonen ustedes. Los grupos xenofóbicos, de esos que no faltan en Europa, alegan que el uso de la burqa es una burda imposición por parte de los musulmanes, que se niegan a integrarse a las sociedades a las que emigran y que, por el contrario, buscan que las sociedades los asimilen sin cuestionamientos. Me pregunto si las usuarias de la burqa son las únicas que supuestamente buscan dicha cosa, ya que, en mi parecer, muchos grupos étnicos hay que no sólo no buscan integrarse sino que hacen hasta lo imposible por autosegregarse. Y los más fanáticos, esos que se creyeron el cuento de Osama Bin Laden, creen que se trata realmente de una movida del mundo árabe por establecer su hegemonía a nivel mundial. No lo van a hacer de un día para otro, argumentan, sino que, con la burqa como comienzo, pretenden terminar con los valores occidentales-los que sea que estos sean, ya que quienes se suscriben a dicha teoría nunca tienen la decencia de informarnos cuáles son esos valores-e imponer poco a poco una tiranía teocrática-musulmana, desde luego-, encabezada, supongo, por el Ayatolah, y el mundo, en poco tiempo, se verá inundado de muezzines ciegos llamando a la oración desde las alturas, tanto de la Torre Latinoamericana como de la Torre Eiffel. ¿Cómo se llegó a la teoría de Pinky y Cerebro? No lo sé. Si alguien tiene idea de cómo se puede ir de el uso de un trapo a la dominación del mundo, le agradeceré que me lo explique.
Los defensores del tapadismo tampoco faltan a la contienda. Por un lado, están los musulmanes tradicionalistas, que dicen que está bien que la mujer, por un asunto de modestia, "cubra su rostro a las miradas impertinentes y lascivas de los hombres", y que, en un mundo donde abundan las violaciones, una mujer cubierta salvaguarda su integridad mejor que una que va por la vida medio encuerada. Por otra parte, tampoco faltan los talibanes-literalmente-, quienes afirman que la mujer, al ser la tentadora por definición, debe de ir cubierta para evitar despertar las bajas pasiones de los hombres. Claro, como si fueran animales. Y hay aún un tercer grupo, que dice que el Corán, en ningún lado, obliga a las mujeres a taparse, que el tápalo, más bien, es una cuestión tradicional y que lo usa la que así lo prefiera. Y más aún: se puede optar por taparse enteramente o solamente la cabeza, medida de mucho sentido común si se piensa en las infames temperaturas donde el uso del trapo se generalizó.
Poco se escucha, sin embargo, a las opiniones que no se cargan ni de un lado ni de otro. Me refiero, particularmente, a los que nos suscribimos a la idea de que cada quien ha de vestirse como le venga más en ganas. Porque, y lo más curioso del asunto, a las propias mujeres musulmanas nadie les ha preguntado qué piensan de su trapo. Y cuando les preguntan, las respuestas son pasmosas. Pasmosas, claro, para el occidental promedio y para la feminista, ya que pocas veces estas damas dicen lo que uno supone que dirían. Porque dichas mujeres han dicho, una y otra vez, que sin el trapo no se hallan, como quien dice. Hace tiempo, leía yo un artículo sobre unos gimnasios exclusivos para damas, una de cuyas sucursales se encontraba en El Cairo, y ponían un ejemplo muy curioso. Una clienta llegaba por la mañana, se metía al vestidor, salía con sus mallas de likra, muy apropiadas para hacer ejercicio, su top deportivo, sus tenis y comenzaba su sesión. La dama en cuestión hacía uso de las máquinas de pesas y las caminadoras, y, al terminar su entrenamiento, iba a las duchas, tomaba su baño, se entrapajaba de pies a cabeza y salía del gimnasio muy campante. Al preguntársele que por qué usaba el trapo, la señora contestó que sin él se sentiría muy incómoda. Otro caso, tomado de un artículo que discutía las polémicas en torno al trapo, presentaba el caso de una musulmana trabajadora que, al terminar su turno, iba al baño, se maquillaba y se colgaba su burqa, como si tal cosa. Cuando un metiche le preguntó que para qué se maquillaba si nadie la veía, contestó, riéndose un poco del preguntón, que se maquillaba para sí misma, no para que la vieran, y que con su trapo se sentía protegida.
Las feministas, al leer este tipo de comentarios sobre el trapo, lo primero que hacen es brincar. Cuando se les dice que es justamente la nueva generación de musulmanas, muchas de ellas nacidas ya en países occidentales como Francia, que tiene la comunidad musulmana más grande de Europa, la que ha vuelto a adoptar el velo, aúllan, literalmente, que son mujeres a las que les han lavado el cerebro con tal de seguir con el esquema de dominación machista ejercido de manera soberbia por los musulmanes inseguros y ridículos. Y yo me pregunto: si dichas mujeres provienen, como algunas aseguran, de familias donde la madre jamás usó la burqa, ¿qué tienen las feministas que decir al respecto? Si hay cada vez más conversas al Islam en países como Francia y Bélgica, que libremente eligen taparse, ¿qué hay que decir al respecto?
La postura feminista es irrisoria. Y lo es porque, por un lado, hablan de empoderamientos femeninos y demás, hablando de que el trapo es una imposición machista, pero cuando se les voltea la tortilla y se les avisa que hay mujeres que se tapan por propia voluntad, porque ellas así lo deciden, alegan que les lavaron el cerebro. Por fin, señoras, ¿somos o no somos? ¿No será que el feminismo ahora está buscando respuestas para todo, quedándose atrapado en un berenjenal de contradicciones que se exhiben de manera flagrante en casos como éste? Porque a mí así me suena. Si una mujer dice que la tapan, malo. Si dice que ella quiere taparse, peor. ¿No se está cayendo en una especie de trampa, en donde, lo que las feministas dicen ha de ser razón por todo y para todo? ¿No será que el feminismo, así como las doctrinas de izquierdas, está queriendo tener la carta ganadora al final, y que, al ser esgrimida por el feminismo automáticamente trumps everything else, aunque sea una contradicción o una paparrucha?
La cuestión del poder de decisión, al parecer, está siendo olímpicamente ignorada, tanto por quienes apoyan la medida de destapar a las mujeres como por quienes critican que haya quienes optan por taparse. Y así, señores, no hay discusión posible, porque en medio quedan, justamente, las voces de aquéllas a quienes es políticamente incorrecto escuchar, cualquiera que sea su posición: las tapadas. Los gobiernos las quieren destapar, el feminismo las quiere destapar, cada uno por sus muy peculiares razones, cuando ellas quieren seguir tapadas. Y justamente, si no se les incluye en la discusión, no hay conclusión válida. Todo se limita a imponer, a decidir unos cuantos por muchos, a quienes se afectará de manera directa sin habérseles consultado en nada qué es lo que piensan, ya por no decir que no se les tomará en cuenta, a menos que digan lo que todos quieren escuchar.
Ah, chirrión...¿les suena conocido?

P.D.: Disculparán mis queridos lectores que haya introducido la opción de moderación de comentarios, pero, donde termina la libertad de algunas gentes de entrar a invadir blogs, perfiles y todo lo demás, empieza mi libertad de gestionar mi espacio conforme mejor me dé la gana...para eso es mi espacio.

domingo, 17 de enero de 2010

Somos (pejistas) o no somos (pejistas): he ahí el problema. La danza de la incoherencia, parte I

Nota aclaratoria: no sé si el tema dé para más de una parte. Como sea, quisiera dejarlo abierto, por si en algún momento de la vida se me ocurre continuarlo. Aclarado el punto, vamos al contenido.
Los borrachos son tan consustanciales a las fiestas decembrinas como los arbolitos navideños mismos. También, hay que admitirlo, en México nos encanta la juerga. Ya no nos contentamos con las nueve posadas de rigor. Hay quienes corren el afamadísimo maratón Lupe-Reyes, que en últimos años se ha convertido en Concha-Reyes, y los atletas más avezados en tan folklórico deporte lo extienden incluso a Lupe-Candelaria. Por eso no es de sorprender que nuestra administración local, en ánimo de mejor pilmama, se decidiera, hace unos cuantos años ya, a poner en funcionamiento el programa del acoholímetro, o dicho en jerga oficial, "Conduce sin alcohol". La angustia hacía mella en los alumbrados conductores cuando, al ir llegando a su casa, o a unas cuantas cuadras de la fiesta, vislumbraban las torretas de las patrullas del retén. Chín, multa, 36 horas a la cárcel administrativa de El Torito y hasta grúa-con lo que eso implica, o sea, gasto de arrastre y aparte el correspondiente pago por el "derecho de piso", o sea, que se tenga al vehículo detenido estacionado en el corralón, lo que suma la friolera de más o menos 700 pesos-. Ah, pero el ingenio del mexicano todo lo puede, y así como en aquella célebre transmisión del Mundial de fútbol, donde los técnicos mexicanos repararon su cámara con los ya afamados liga, pasador y chicle, ahora, en un arranque de heroicidad, decidieron poner la tecnología al servicio del vicio: por medio de los teléfonos celulares, Blackberries y demás chácharas que la ciencia moderna pone a disposición del ser humano para idiotizarlo, los borrachines en potencia se comunicaban con sus cofrades de vicio para anunciarles en dónde se encontrarían los retenes y así pudieran evitarlos y llegar a la siguiente fiesta o a sus casas sin el contratiempo que supone todo lo que ya enuncié anteriormente. La infantil ocurrencia fue muy festejada por muchos, ya que abría la posibilidad de circular por las calles de la ciudad en estado inconveniente sin el miedo de que "me vaya a agarrar el retén". Pero, se preguntarán ustedes, ¿qué tiene que ver el alcoholímetro con el título de la entrada? Hacia allá me dirijo.
Como todos sabemos, en Facebook se ha creado un pintoresco grupito denominado "A que en 30 días juntamos un millón que quiere que renuncie Calderón". Lo que empezó con grandes bríos y agoreros comentarios en el sentido de que se juntarían más del millón holgadamente, ahorita, como la famosa llamarada de petate, está haciendo que los organizadores se mesen los cabellos de desesperación: que si ya no llegamos, que si con 200,000 nos conformamos, que si esto, que si aquello. Problemas operativos aparte, presumen, sí, de ser una muestra de "la sociedad políticamente madura que se sabe organizar". Claro, a los que creemos que hacer tal cosa es simplemente necedad, pérdida de tiempo y baladronadas infantiles, nos tachan de "apáticos, mal informados, ciegos e idiotas". Suponen que con la salida de Calderón, así, como por arte de magia, se "abriría el cielo, los ángeles cantarán ¡Aleluya!"...ah, no, perdón, se "empezaría un nuevo orden social, económico y político". Piensan que la sociedad "está lista y madura para lanzar a la clase política a la basura y hacer lo que los políticos nunca hicieron". Se autodenominan "grupo completamente apartidista", sin embargo hay mucha gente que se afilia "porque Calderón hizo fraude en el 2006". Cuelgan mantas en las calles, y a una de esas hay que sumarle la de un diputado federal por el PRD, zángano que no tiene nada mejor en qué gastarse su jugosa dieta pagada de nuestros impuestos que en andar haciendo mantitas, al mejor estilo de los narcotraficantes, y con eso piensan que están haciendo mucho, mientras los que nos quedamos en casita e invertimos nuestros arduamente ganados cuartos en otras cosas somos tachados de "conformistas". Y, a pesar de haber dejado ya bien claro que no estoy de acuerdo con ellos, los he llamado incoherentes. Y voy a explicar por qué.
Como ya dije, en primera, se precian de ser un movimiento 100% ciudadano, sin embargo, no han hecho ascos a publicitarse en el infame pasquín de "El sendero del Peje", abiertamente partidista y a favor del ex candidato a la presidencia por el PRD, mismo que muge que le robaron la elección. Lo que me lleva a la siguiente incoherencia: si según ellos la clase política es basura, ¿a qué andan apoyando abiertamente a López? ¿Será que es al que quieren poner en la silla una vez que Calderón se vaya-jojó-? Entonces el movimiento "100% ciudadano y totalmente apartidista" se vuelve simplemente otra cara del Demente del Pantano, quien lleva tres años con el dedo en el renglón y no lo va a quitar hasta que le vuelvan a hacer fraude, según él. Pero el problema de fondo en realidad es otro: que, independientemente de su prédica mustia de apartidismo, no toda la gente que se afilió al grupo está de acuerdo con López-o sea que por ahí se pescaron a dos que tres ingenuos-. Me explico: hay a quienes les cae gordo el presidente, como de costumbre, nomás porque sí. Hay otros que efectivamente se tragaron el pavo de "el movimiento ciudadano" hasta la cola. Y luego están los que-y parece que es la mayoría-todavía se hacen eco de los desvaríos de López. O sea que empezaron mal. Porque igual todos los afiliados están de acuerdo en algo: en que quieren que renuncie Calderón. Pero no todos quieren su renuncia por los mismos motivos. O sea que, al momento de ir "a lo que sigue", si es que algo sigue de tanta incoherencia, contradicción y desfase, nadie se va a poner de acuerdo. Porque unos van a querer que López sea presidente-jajá-, mientras que otros van a querer órganos ciudadanos, otros van a querer convocar a elecciones, en las cuales los que están "hartos de la política y los políticos" van a anular su voto...en fin, el panorama es bastante claro.
Lo que más llama la atención es la vehemencia del argumento de la sociedad políticamente madura que se queja y se organiza. ¿De veras? No me parece que organizarse en una red VIRTUAL sea de mucho mérito, para empezar. Digo, porque si es el caso, podemos decir que la sociedad se organiza perfectamente en loabilísimos objetivos comunes como son el echar aguas de la posición del alcoholímetro en una noche determinada, y que cada quien cumpla la función que el grupo le confiera. Porque para eso la sociedad "políticamente madura y organizada" que según los trasnochados esos somos, se pinta sola: para darle el esquinazo a las leyes, para burlarnos de las regulaciones existentes y para escurrirle el bulto a nuestros deberes como ciudadanos, que, muy al margen de todo, eso es un deber de sentido común que no hemos aprendido todavía, como la misma existencia del dicho programa prueba. Pero, yo me pregunto: ¿de veras una sociedad que se regocija saltándose la ley está preparada para tomar las riendas de un país? ¿De verdad la sociedad se organiza? Me parece que, para ambas preguntas, la respuesta es un rotundo y sonoro "no". Pero ahí vamos a la enésima incoherencia de los ocurrentes "feisbuqueros": por una parte, suponen que lo que están haciendo es de un gran peso y enorme valor, sin embargo si uno les propone agotar los canales de participación existentes, como por ejemplo, organizarse con sus vecinos e ir a ver al diputado-representante más directo en la escala de abajo hacia arriba-, dirán que no, que eso no sirve, aunque no lo sepan de primera mano. Vaya, aunque ni siquiera lo hayan intentado, porque tampoco entre vecinos de su colonia, calle o edificio consiguen ponerse de acuerdo, empezando porque básicamente ignoran qué tipo de trabajo le corresponde hacer a dicho funcionario. Y de ahí pa'l real.
Creo que el ejemplo del alcoholímetro nos pinta de cuerpo entero como sociedad. Somos unos irresponsables que ni siquiera podemos o sabemos ejercer el sentido común-aunque La Jornaca diga lo contrario-, aunque eso sea para el cuidado de la propia vida, que se supone que debería de interesarnos. Nos hace mucha gracia el encontrar métodos cada vez más sofisticados para violar los reglamentos o para incumplirlos, aunque para ello nos cubramos las espaldas diciendo que en realidad, programas como el del alcoholímetro son abusos de autoridad y que El Torito está refeo. Creemos que un grupito en Facebook nos va a cambiar como sociedad-o ya nos cambió, mejor dicho-, cuando ni siquiera estamos de acuerdo en lo más básico. Pensamos que somos incluyentes, pero no paramos mientes en ofender al que no está de acuerdo con nosotros-case in point: me tocó leer un mensajillo en el muro del grupete ese donde tildaban poco menos que de ignorante a algún ingenuo que se había manifestado en contra de la "idea" de sentar en la silla al Loquito del Pantano-, o sea que en realidad incluimos al que piensa como nosotros, pero al que disiente lo discriminamos negándole participación. ¿Así o más incoherentes? ¿Y esta es la sociedad que está lista para tomar en sus manos las riendas del país? No quiero imaginarme en qué pararía semejante desastre. Mejor me sigo fumando mi apático cigarrillo, tomándome mi comodón café...y observando que, como sociedad, nos falta mucho.

martes, 8 de septiembre de 2009

"Lost in Austen", las hijas de Pamela y el bovarismo posmoderno

La programación de la televisión por cable se parece sospechosamente a la famosísima aria del Rigoletto de Verdi: "La donna e mobile". Un día anuncian a bombo y platillo la transmisión de una serie 'completa' para que, ya cuando está más que picado, o la cambian de día y hora, o de plano la dejan de transmitir. De modo que, cuando vimos anunciado algo que respondía al título de "Lost in Austen", primero no le dimos gran importancia. Pensamos que era una película, ya que la anunciaron en el horario en que acostumbran transmitir las películas de los domingos, y como en esta casa la televisión los domingos se apaga religiosamente a las ocho de la noche, ni pelamos. Pero, en el transcurso de la semana que siguió, nos percatamos de que se trataba de una miniserie, de la que pescamos el segundo capítulo. Ni modo, pensamos, encogiéndonos de hombros. Ya será para otra ocasión. Sin embargo, parece que en Film & Arts gustan de comprar cuatro series y sacarles el mayor jugo posible, léase, las transmiten hasta el cansancio, y luego, para no aburrir al público, rompen con el seriado y transmiten capítulos a capricho del director de la programación en turno. Luego, cuando el mismo ya se aburrió, la dejan descansar un tiempecito, y otra vuelta. Y esto fue lo que poco más o menos sucedió con la miniserie mencionada. La retransmitieron en el horario de los martes a las nueve de la noche, por lo que pensamos que estaría cardíaco seguirla, ya que a esas horas vamos llegando, cuando no más tarde, pero en las múltiples repeticiones con que nos regala la televisión por cable, vimos la posibilidad de verla tres horas después. Y nos dimos a la tarea con grandes bríos.

El primer capítulo nos cariaconteció un poco. No por la calidad de la serie en sí misma, sino porque, a golpe de vista, parece versarse sobre "Pride and Prejudice", novela de Jane Austen que justamente no habíamos leído. Tratando de pescar mejor tanto el chiste como el chisme, nos dimos a la tarea, en la semana que transcurrió entre el primer y el segundo capítulo, de leer desaforadamente la novela. Y entonces sí empezó lo bueno. Porque la miniserie nos sorprendió en más de una forma.

Me explico: para los que buscan una adaptación, creo que tanto el cine como la BBC ya se han dado a la tarea de hacer las mismas, unas peores que otras. Esto no es una adaptación, definitivamente. Podría incluso decirse que la novela queda como una mera referencia, el entramado básico que se subvierte a gusto del re-creador de la misma, un telón de fondo que sirve a acontecimientos que nada tienen que ver con lo que la autora de la novela estableció en la misma. Pero antes de pasar a hacer un breve análisis de la miniserie, creo que un resumen de la trama viene a cuento, no a manera de contar el chisme, sino de poner en contexto el dicho análisis.

Para no hacer el cuento largo, diremos que la serie versa sobre una chica, Amanda Price, que vive con la cabeza metida en Pride and Prejudice, a decir de algunos, 'la mejor novela de Jane Austen'. El problema de Amanda radica en que su vida se parece más a la de una empleada de banco del siglo XXI, que es lo que es, que a la de una heroína de novela romántica de principios del siglo XIX-quizás debido a una mala colocación de los números romanos-. Un día, cuando por enésima ocasión se encuentra con las narices metidas en la novela, se le aparece Elizabeth Bennet, la heroína de la novela, en el cuarto de baño de su apartamento. En este primer encuentro, la Bennet desaparece tal como apareció, pero en el segundo encuentro, le explica a Amanda cómo fue que entró: la pared del baño da a una puerta condenada en casa de los Bennet. Amanda se asoma, entra, y la puerta se cierra tras ella, no sabría precisar si por accidente o si Elizabeth la cierra intencionalmente. Y cuando Amanda se encuentra en el mundo que ha poblado sus fantasías durante años, empieza lo bueno.

Una trama basada en una persona que de súbito se encuentra en otro tiempo y otro lugar no suena a nada del otro mundo. Se ha hecho ya en múltiples ocasiones y con distintos fines, a veces cómicos-las más-, a veces trágicos. Llega el genio de la alfombra voladora, el científico loco o lo que ustedes gusten mandar, y transporta al protagonista, por los motivos más diversos, a una época en la que el mismo tiene un particular interés. El berenjenal es típico: el protagonista lleva consigo, obviamente, los modos y costumbres de la época en la que vive, y como generalmente se traslada al pasado, tiene la carta extra de la ventaja, ya que ya sabe qué es lo que va a pasar. Está en sus manos, entonces, modificar los acontecimientos para que 'todo siga igual' y regresar feliz a su época. Muy trillado, ¿no? Pues el caso de esta serie no es el mismo.

Para empezar, como ya se dijo, la novela, casi desde el principio, queda de mero telón de fondo. Amanda piensa que todo es muy sencillo, que lo único que ella tiene que hacer es sentarse a observar como se desarrollan los acontecimientos que conforman la novela, y una vez que termina la misma, regresar tranquilamente por su puerta a su Hammersmith del 2008, y seguir pensando en las musarañas. Pero el primer problema es la ausencia de la protagonista de la novela, quien se encuentra, precisamente, en el Hammersmith del 2008. El segundo problema es que, al encontrarse en la casa de los Bennet en una posición muy distinta de la de la 'mosca en la pared', se ve involucrada en los sucesos que toman lugar en la casa y de lo que les pasa a los habitantes de la misma. Y el tercer problema radica en que lo que pasa frente a sus ojos no es exactamente lo que ella creía saber gracias a la información proporcionada por la novela.

Es ése, justamente, lo que considero el mayor encanto de la serie: que se desarrolla en tres niveles narrativos. El de la 'realidad' de la vida de la protagonista, el de la novela, y el de la 'realidad' de la novela. Porque ella empieza a darse cuenta de que las cosas no son como las plasmó Jane Austen en su novela. Y mayor es el pasmo cuando se percata de que tampoco los 'personajes' se comportan como deben de hacerlo según la información que de los mismos ella posee; más bien se da de manos a boca con personas, que al igual que ella misma, tienen reacciones bien distintas de las que Austen fijó para sus personajes. Así, cuando ella trata de que Charles Bingley se fije en Jane, la mayor de las hermanas Bennet, ya que eso es lo que prescribe la novela, éste se fija primero en ella misma, y luego, ya avanzada la serie, se 'fuga' con Lydia, la hermana menor. Y los personajes, si bien no se distancian demasiado de como Jane Austen los pintó, tienen unos giros que resultan inesperados completamente, para pasmo de Amanda, que no sabe cómo debe de arreglar lo que ella considera un entuerto cuando las cosas se alejan demasiado de lo que marca la novela. No es sino hasta el final de la serie que Amanda comprende que la novela no tenía nada de 'real', y ella decide quedarse, entonces, en ese mundo que no es el de la novela, pero que tampoco es el suyo, mientras que Elizabeth Bennet descubre los encantos de la macrobiótica, el cabello corto y la tecnología y decide cambiar lugares con Amanda. La puerta queda entreabierta, dando a entender que quizás el cambio no es tan irreversible, y que cualquiera de las dos tiene la posibilidad de entrar y salir cuando quiera.

El que los personajes de la novela no son tales sino 'personas' se pone de manifiesto desde el momento en que pueden interactuar con la protagonista con la mayor libertad. Ella, entonces, no llega al mundo de la novela, sino, efectivamente, a la Inglaterra de principios del siglo XIX, y cae, no dentro de una familia de novela, sino dentro de una familia 'real'. Y cuando, ya hacia el final, Amanda, desesperada, regresa a Hammersmith a buscar a Elizabeth para enderezar todo lo que se torció-según lo que ella cree que debe de ser, de acuerdo con la novela-, se da cuenta de que Darcy, el héroe de su bienamada novela, la ha seguido, la acción entre personas que han dejado de ser, o más bien que nunca fueron, personajes de una novela, queda por completo de manifiesto. Y todo toma un rumbo bien distinto: por ejemplo, la madre de las Bennet deja de buscar casar a las hijas a como dé lugar, el matrimonio de Jane con Collins queda disuelto gracias a la intervención de Lady Catherine y finalmente se da a entender que se marchará a América con Bingley, George Wickham encuentra un buen partido en Caroline Bingley, quien le hace 'ojitos' a pesar de ser una lesbiana confesa, y Amanda encuentra su premio en Fitzwilliam Darcy, mientras que para Elizabeth Bennet el premio consiste en ser una mujer 'moderna y liberada' del siglo XXI, trabajadora e independiente.

Lo curioso del caso es que Jane Austen es, en mi parecer, una novelista bastante reaccionaria. Para ella el que una mujer trabaje son pamplinas, cuando no una maldición,como lo pone de manifiesto en Emma. Y cada quien ha de casarse según le corresponde. Nada de igualdades, ni mucho menos. La escalada social se condona únicamente en el caso de 'mujeres excepcionales', como sus heroínas, quienes, a pesar de tener fallos de carácter, siempre se ven pulidas por el hombre a quien están destinadas, para al final alcanzar la felicidad absoluta con el hombre absolutamente correcto para ellas. Así, Elizabeth, en Pride and Prejudice, tiene que deshacerse de los prejuicios que tiene con respecto a Darcy, cuando él ya se ha deshecho de su orgullo, y así poder ser absolutamente felices. El único error del héroe es haber separado a Jane Bennet de Charles Bingley, sin embargo, repara su falla sin demora cuando este punto es uno de los que Elizabeth le reprocha, aunque, en tanto su familia, ella se da cuenta de que Darcy tiene razón. Sin embargo, los errores de Elizabeth son varios: el prejuicio en contra de Darcy, su precipitada inclinación hacia George Wickham, por ejemplo, muestran que ella tiene más que aprender que él, y que finalmente ella tarda más en pulir sus fallas. De todas formas, una vez salvados los obstáculos, están destinados a ser felices para siempre. Es justamente en 'ese' mundo a donde va a caer una empleada de banco del siglo XXI. Y cuando, tanto su madre como su compañera de casa le señalan que está enamorada de Darcy, ella alega que no lo está, sino que está enamorada de los 'modales, del romanticismo, del cortejo'. Todo lo que salta a la vista en un análisis superficial en las obras de Austen es lo que se le escapa a Amanda, quien evidentemente vive aquejada de bovarismo posmoderno. Suspira y se oprime cuando su novio, Michael, le propone matrimonio con el arillo de una lata de cerveza en vez de caer de rodillas con un anillo de verdad una vez se hubo bajado de un caballo blanco. Sueña con el mundo de Jane Austen y en ser la protagonista de la novela, y como el personaje de Flaubert, añora los arrebatos que supone en los personajes de la novela que ella misma no puede sentir en su vida tal cual es-una reniega de ser una campesina, la otra de ser una empleada en un banco-. Y termina, no como Madame Bovary, sino como una de las innumerables hijas de Pamela.

Porque el cuento de Amanda Price es el de una de tantas Cenicientas posmodernas, sin zapatilla de por medio. En esto no hay diferencia con los personajes femeninos de Austen: todas reciben un premio por ser 'excepcionales'. En eso radica su virtud, aunque la virtud para Richardson se entendía en un sentido más literal. Sin embargo, el premio consiste en lo mismo: un matrimonio ventajoso en lo material y lo social, y feliz. Amanda Price es una Pamela posmoderna, para quien su única virtud consiste en desear fervientemente, como Cenicienta, que se le cumpla el sueño y pueda ir al baile. Incluso, la Elizabeth Bennet de la serie es una Nancy Howe-la indomable amiga de Clarissa Harlowe-, con su fiero deseo de independencia. ¿Seguimos, a casi trescientos años de distancia, bajo el influjo de Samuel Richardson? ¿Y el cuento de la liberación de la mujer? Porque en Austen se entiende que de liberación, ni hablar del peluquín-por no decir que sería un despropósito y un anacronismo idiota-, pero en una serie producida apenas el año pasado, de la que se está haciendo una película, por cierto, para el año que entra, el que una mujer quiera cambiar de sitio con su congénere que vivió, supuestamente, doscientos años atrás, queda un tanto chistoso, como no sea para ilustrar su naturaleza de cuento de hadas posmoderno, con un final típico y convencional, si bien lejos, muy lejos de lo que Austen pergeñó. La serie, de cualquier forma, entretiene y bastante, ya que la trama está bien tejida, no tiene hoyos, y es un berenjenal narrativo que no carece de interés. Lo que se trasluce, después del análisis un poco más detenido, ya es harina de otro costal. No deja de llamar la atención el hecho de que, a juzgar por el final de la serie, se siga pensando que hay mujeres cuya única aspiración es el romance y el matrimonio, mas, si se da una ojeada a cualquier edición de Cosmopolitan, hay por lo menos un artículo destinado al tema-siempre con un peculiar énfasis en 'cazar' un hombre para obtener una validación social completa, que no da ni la profesión ni nada de eso, por favor-, con lo cual se da al traste con el cuento de la Wonder Woman de la posmodernidad. Es por esto que yo titularía a la película: "Amanda Bovary, una hija de Pamela, perdida en Jane Austen: una Cenicienta posmoderna-mujeres liberadas de a de veras, abstenerse".

lunes, 6 de julio de 2009

Metonimias políticas...la conclusión

¿A dónde fue que llevó el análisis expuesto en las tres entregas anteriores, y qué tienen que ver con el título de las mismas? A esta picante pregunta intentaremos dar respuesta en esta última entrega de su apasionante serie "Metonimias Políticas".
Hace no mucho, poco más de un mes, que se celebraron las elecciones intermedias, fuimos testigos del circo electorero de toda la vida: basura electoral en las calles-de las que todavía no se desaloja, dicho sea de paso-, bardas pintarrajeadas con las seudo propuestas de los candidatos que aún es posible leer el día de hoy, los candidatos-hoy flamantes diputados, delegados, o reacios perdedores, como siempre- haciéndose acompañar de artistillas medio peleros o de sonidos ruidosos, en fin, lo que todos ya bien conocemos, a menos que se viva en la punta del cerro. Junto con eso, presenciamos también una inusitada campaña para anular el voto, que enarbolaba el siguiente slogan: "no voto y no me callo".
Los resultados, como ya sabemos, arrojaron las cifras de siempre en tanto abstención en elecciones intermedias: más del 50%. Pero lo que asombró a algunos fue que el voto anulado alcanzó la cifra del 6% "histórico", que dijeron algunos. No faltaron los memelas que se preciaban de ser la "cuarta fuerza política" con su voto anulado, aunque yo no entiendo lo de "fuerza política" hablando de un resultado que la verdad sea dicha, queda por constatar el alcance de su influencia para poderse denominar tal. Y, desafortunadamente, fuimos testigos del regreso del dinosaurio, vestido más a la moda, pero el mismo dinosaurio a fin de cuentas. Y tampoco faltaron los mentecatos que se alegraron de eso, como si ello no hubiera sido otra cosa que la más grande demostración de tontería dada por el pueblo mexicano.
¿A dónde vamos con lo anterior, y cómo es que se conecta con las entregas anteriores de la serie? A primera vista, parece que no tiene nada que ver. Sin embargo, en mi muy humilde opinión, tiene todo que ver, ya que, lo que encontramos en los condominios y unidades habitacionales de esta ciudad puede darnos una pista bastante clara sobre el estado de cosas en el país en general.
Porque, veamos: nunca falta el vecino que jamás pone un pie en las juntas, sin embargo es el que de todo se queja. Que si subieron el mantenimiento, que no está de acuerdo con la persona que hace la limpieza, que si el jardinero cobra muy caro, que si seguramente la persona que se encarga de mover los dineros se los está clavando...sin embargo, el vecino jamás ha manifestado sus puntos de vista delante del resto de los condóminos. ¿De qué sirve, pues, que se queje tanto? De nada. A sus quejas se las lleva el aire, porque nunca se ha tomado la molestia de cursarlas por los canales adecuados. Y peor todavía, si tan mal le parece el estado de cosas, es el que no haga nada. La participación que se requiere de un vecino es la mínima, sin embargo, si no hace ni eso, mucho menos se va a tomar la molestia de postularse para administrar los dineros que desde la comodidad de su poltrona él piensa que sabe cómo se manejan mejor. Tampoco se va a dignar a salir a buscar un jardinero que cobre menos, o una persona del aseo que limpie mejor. Ah, pero le resulta mucho más cómodo delegar esa responsabilidad a alguien más, que lo va a hacer como mejor pueda, cuando lo hace, y luego echarle la culpa cuando mete la pata. Siempre es más cómodo no comprometerse, ¿verdad?
Al vecino que transgrede poco le importa el resto de la gente que ocupa junto con él el espacio habitacional. No se da cuenta, o si se la da le importa un pimiento, que, al llevar un chucho lactante a su casa va a provocar, no sólo que los chillidos naturales del animal le quiten el sueño, sino que priven del mismo al resto de los vecinos. O, si el chucho hace sus gracias en los espacios comunes, se encoge de hombros y se espera a que llegue la persona que hace el aseo, ya que ni siquiera es capaz de sacar una jerga y limpiar. Y el resto de los condóminos, como ya se dijo anteriormente, no le dice nada. Porque todos ven como muy normal el que la gente quiera tener perros en su departamento. Pero los que saben callan, y los que no es lo mismo, de cualquier forma nadie, por 'educación', le va a plantar cara al vecino para que se lleve al chucho a ver a dónde. Y nadie quiere malquistarse con el prójimo, con el que se 'convive' y al que se tiene que ver casi del diario.
El que modifica sin avisar no sólo les pisa los callos al resto de los vecinos en tanto ruido de la obra, sino que puede que hasta los esté poniendo en riesgo al alterar la estructura de la construcción con sus brillantes ideas. Y otra vuelta, nadie le va a decir nada.
Los que arman fiestecitas nunca avisan, mucho menos invitan. Y nadie les dice nada, a pesar de que dejen perdidas las áreas comunes y que al día siguiente todos parezcan mapaches y crudos, sólo que con el asegún de que ni se divirtieron, ni bailaron, ni bebieron. En cambio, tuvieron que aguantar el ruido, y si son los vecinos de abajo, el bailoteo que reverberó en su techo toda la noche.
Podría seguirme enunciando las faltas en las que se incurren cuando se vive en condominio, sin embargo creo que con las entregas anteriores para el propósito bastan y sobran. Creo que los ejemplos anteriores sirven para demostrar los diferentes tipos de ciudadanos que somos. Por ejemplo, el que no participa en una junta vecinal, no se puede esperar que participe en una votación. Sin embargo, va a ser el primero que se queje de lo mal que está la situación, de que los políticos son basura y de que el gobierno no sirve para nada. Y yo pregunto: ¿con qué derecho tal persona se queja? Dirá que todo mundo es muy libre de quejarse, y que finalmente el voto nunca cambió nada, y que la clase política es una porquería, que todos roban, que ninguno trabaja y que todos viven a expensas del erario. Independientemente de la verdad o falsedad del argumento, el fondo es: ¿y qué hace o ha hecho la tal persona para quejarse con tal amargura? Seguramente nada. Seguramente ha visto transcurrir el tiempo en la politología del café, solucionando al país y al mundo entero con elucubraciones maravillosas "si los políticos lo hicieran". Pero no se trata sólo de la tarea del político, sino se trata primero de la tarea del ciudadano, en este caso particular. Y si el ciudadano no la hace, ¿cómo espera, en buena consciencia, que el político haga lo suyo, si llega al poder sin consenso, aupado por una minoría? ¿No creen que es casi darles permiso de que hagan lo que les dé la gana?
Otro ejemplo: el vecino transgresor, en cualquier ámbito que contemple la ley condominal. Casi podemos asegurar que es la gente que se queja de que los políticos hacen lo que quieren y nadie les dice nada. Sin embargo, en su microcosmos ellos exigen lo mismo. Cuando salen a la calle y desafortunadamente los asaltan, se quejan de que seguramente la policía está coludida con el caco y nunca lo van a agarrar, o que si van y levantan un acta, el ladrón 'volverá para vengarse', porque en México 'la justicia no funciona'. Y volvemos a las preguntas: y si la justicia funcionara, ¿dejarían de hacer fiestas que molestan a los vecinos y que se contemplan como técnicamente prohibidas en la ley condominal? ¿Se desharían del perro que no pueden tener según la misma ley? Y la respuesta es contundente: no. ¿Por qué? Bueno, las causas ya las expusimos anteriormente. Los dichos vecinos alegarán que ellos también tienen derecho a divertirse y a gozar de la compañía de un animalito. A eso se le llama impunidad. Yo sé que hay quienes alegarían que hay que guardar las distancias, que no es lo mismo tener un perro en un departamento que andar haciendo barbaridad y media, como hacen los políticos, sin embargo el principio es el mismo. Si las leyes se aplicaran con rigor, habría miles de funcionarios corruptos en el bote, y no habría manera de meter un perro en un departamento. Así de sencillo. Pero nos gusta el estado de excepción, nos gusta el 'a él sí, pero a mí no', nos gusta escudarnos en miles de pretextos, ya sea para dejar de cumplir con nuestros deberes o de plano, para transgredir las leyes.
Y esto no sólo aplica para los que vivimos en un departamento. Basta con salir a las calles para darnos cuenta de la amplitud que tiene esta metonimia. Basta con ver los que nos echan el carro encima sin poner las direccionales, basta con ver el peatón que atraviesa una calle con el mayor desparpajo aunque no le corresponda el paso, basta ver los que se pasan los altos, o los que dan la vuelta donde no les corresponde, o los que se cuelan en las filas del súper cuando uno se distrae, o los que exigen que se les ceda un asiento por equis o por yé, o que se les apliquen excepciones por razones que van desde lo meramente subjetivo y personal, hasta el apelar al mínimo sentido de humanidad del prójimo. Basta con detenernos un poquito a pensar en todo eso para darnos cuenta de que, si las cosas andan como andan, nosotros, como ciudadanos y como sociedad, tenemos buena parte de culpa en ello. Somos gandallas, nos gusta pisarle los callos al prójimo, a sabiendas o inconscientemente, nos encanta sacar ventaja, nos gusta hacer lo que no debemos 'porque todos lo hacen'. Distamos mucho de ser la sociedad modelo que nos permitiría, en un momento dado, rehusarnos a votar porque nadie nos convence, porque ya hemos participado mucho y no hemos visto resultados. Distamos mucho de la tan cacareada 'madurez política' que nos permitiría, efectivamente, dar una lección a la clase política con nuestro repudio a la hora de anular un voto. Distamos mucho de ello, señores, estamos a años luz de ser una sociedad que se interese, que se comprometa, que esté dispuesta a hacer un mínimo de sacrificios para cambiar las cosas. Siempre preferimos que sea alguien más quien venga y nos prometa que lo va a hacer, porque preferimos al que nos promete que con su varita de virtudes va a cambiar las cosas de un día para otro a aquel que nos pide que hagamos un esfuerzo. Nos gusta la comodidad, tanto ideológica como física, de saber que no se nos pide más allá del mínimo esfuerzo para lograr grandes resultados, como la anulación del voto, que no es más que, en mi muy personal opinión, una postura de adolescencia ideológica que exige derechos antes de conocer al dedillo las obligaciones y llevarlas a cabo. Ah, sin embargo, se exige que se nos tome en cuenta para la 'gran toma de decisiones', y nos quejamos cuando no se hace. Y yo pregunto: los que se pasan los altos y manejan como animales, infringiendo todos y cada uno de los artículos del reglamento de tránsito, ¿tienen derecho a meter baza en el manejo del país? Porque díganme ustedes: si somos incapaces de convivir en un microcosmos, como es un edificio de departamentos, ¿qué nos espera a nivel país? Si no nos sabemos comportar civilizada y maduramente en nuestro entorno más inmediato, ¿sabremos hacerlo en el mundo de las grandes decisiones?