domingo, 17 de enero de 2010

Somos (pejistas) o no somos (pejistas): he ahí el problema. La danza de la incoherencia, parte I

Nota aclaratoria: no sé si el tema dé para más de una parte. Como sea, quisiera dejarlo abierto, por si en algún momento de la vida se me ocurre continuarlo. Aclarado el punto, vamos al contenido.
Los borrachos son tan consustanciales a las fiestas decembrinas como los arbolitos navideños mismos. También, hay que admitirlo, en México nos encanta la juerga. Ya no nos contentamos con las nueve posadas de rigor. Hay quienes corren el afamadísimo maratón Lupe-Reyes, que en últimos años se ha convertido en Concha-Reyes, y los atletas más avezados en tan folklórico deporte lo extienden incluso a Lupe-Candelaria. Por eso no es de sorprender que nuestra administración local, en ánimo de mejor pilmama, se decidiera, hace unos cuantos años ya, a poner en funcionamiento el programa del acoholímetro, o dicho en jerga oficial, "Conduce sin alcohol". La angustia hacía mella en los alumbrados conductores cuando, al ir llegando a su casa, o a unas cuantas cuadras de la fiesta, vislumbraban las torretas de las patrullas del retén. Chín, multa, 36 horas a la cárcel administrativa de El Torito y hasta grúa-con lo que eso implica, o sea, gasto de arrastre y aparte el correspondiente pago por el "derecho de piso", o sea, que se tenga al vehículo detenido estacionado en el corralón, lo que suma la friolera de más o menos 700 pesos-. Ah, pero el ingenio del mexicano todo lo puede, y así como en aquella célebre transmisión del Mundial de fútbol, donde los técnicos mexicanos repararon su cámara con los ya afamados liga, pasador y chicle, ahora, en un arranque de heroicidad, decidieron poner la tecnología al servicio del vicio: por medio de los teléfonos celulares, Blackberries y demás chácharas que la ciencia moderna pone a disposición del ser humano para idiotizarlo, los borrachines en potencia se comunicaban con sus cofrades de vicio para anunciarles en dónde se encontrarían los retenes y así pudieran evitarlos y llegar a la siguiente fiesta o a sus casas sin el contratiempo que supone todo lo que ya enuncié anteriormente. La infantil ocurrencia fue muy festejada por muchos, ya que abría la posibilidad de circular por las calles de la ciudad en estado inconveniente sin el miedo de que "me vaya a agarrar el retén". Pero, se preguntarán ustedes, ¿qué tiene que ver el alcoholímetro con el título de la entrada? Hacia allá me dirijo.
Como todos sabemos, en Facebook se ha creado un pintoresco grupito denominado "A que en 30 días juntamos un millón que quiere que renuncie Calderón". Lo que empezó con grandes bríos y agoreros comentarios en el sentido de que se juntarían más del millón holgadamente, ahorita, como la famosa llamarada de petate, está haciendo que los organizadores se mesen los cabellos de desesperación: que si ya no llegamos, que si con 200,000 nos conformamos, que si esto, que si aquello. Problemas operativos aparte, presumen, sí, de ser una muestra de "la sociedad políticamente madura que se sabe organizar". Claro, a los que creemos que hacer tal cosa es simplemente necedad, pérdida de tiempo y baladronadas infantiles, nos tachan de "apáticos, mal informados, ciegos e idiotas". Suponen que con la salida de Calderón, así, como por arte de magia, se "abriría el cielo, los ángeles cantarán ¡Aleluya!"...ah, no, perdón, se "empezaría un nuevo orden social, económico y político". Piensan que la sociedad "está lista y madura para lanzar a la clase política a la basura y hacer lo que los políticos nunca hicieron". Se autodenominan "grupo completamente apartidista", sin embargo hay mucha gente que se afilia "porque Calderón hizo fraude en el 2006". Cuelgan mantas en las calles, y a una de esas hay que sumarle la de un diputado federal por el PRD, zángano que no tiene nada mejor en qué gastarse su jugosa dieta pagada de nuestros impuestos que en andar haciendo mantitas, al mejor estilo de los narcotraficantes, y con eso piensan que están haciendo mucho, mientras los que nos quedamos en casita e invertimos nuestros arduamente ganados cuartos en otras cosas somos tachados de "conformistas". Y, a pesar de haber dejado ya bien claro que no estoy de acuerdo con ellos, los he llamado incoherentes. Y voy a explicar por qué.
Como ya dije, en primera, se precian de ser un movimiento 100% ciudadano, sin embargo, no han hecho ascos a publicitarse en el infame pasquín de "El sendero del Peje", abiertamente partidista y a favor del ex candidato a la presidencia por el PRD, mismo que muge que le robaron la elección. Lo que me lleva a la siguiente incoherencia: si según ellos la clase política es basura, ¿a qué andan apoyando abiertamente a López? ¿Será que es al que quieren poner en la silla una vez que Calderón se vaya-jojó-? Entonces el movimiento "100% ciudadano y totalmente apartidista" se vuelve simplemente otra cara del Demente del Pantano, quien lleva tres años con el dedo en el renglón y no lo va a quitar hasta que le vuelvan a hacer fraude, según él. Pero el problema de fondo en realidad es otro: que, independientemente de su prédica mustia de apartidismo, no toda la gente que se afilió al grupo está de acuerdo con López-o sea que por ahí se pescaron a dos que tres ingenuos-. Me explico: hay a quienes les cae gordo el presidente, como de costumbre, nomás porque sí. Hay otros que efectivamente se tragaron el pavo de "el movimiento ciudadano" hasta la cola. Y luego están los que-y parece que es la mayoría-todavía se hacen eco de los desvaríos de López. O sea que empezaron mal. Porque igual todos los afiliados están de acuerdo en algo: en que quieren que renuncie Calderón. Pero no todos quieren su renuncia por los mismos motivos. O sea que, al momento de ir "a lo que sigue", si es que algo sigue de tanta incoherencia, contradicción y desfase, nadie se va a poner de acuerdo. Porque unos van a querer que López sea presidente-jajá-, mientras que otros van a querer órganos ciudadanos, otros van a querer convocar a elecciones, en las cuales los que están "hartos de la política y los políticos" van a anular su voto...en fin, el panorama es bastante claro.
Lo que más llama la atención es la vehemencia del argumento de la sociedad políticamente madura que se queja y se organiza. ¿De veras? No me parece que organizarse en una red VIRTUAL sea de mucho mérito, para empezar. Digo, porque si es el caso, podemos decir que la sociedad se organiza perfectamente en loabilísimos objetivos comunes como son el echar aguas de la posición del alcoholímetro en una noche determinada, y que cada quien cumpla la función que el grupo le confiera. Porque para eso la sociedad "políticamente madura y organizada" que según los trasnochados esos somos, se pinta sola: para darle el esquinazo a las leyes, para burlarnos de las regulaciones existentes y para escurrirle el bulto a nuestros deberes como ciudadanos, que, muy al margen de todo, eso es un deber de sentido común que no hemos aprendido todavía, como la misma existencia del dicho programa prueba. Pero, yo me pregunto: ¿de veras una sociedad que se regocija saltándose la ley está preparada para tomar las riendas de un país? ¿De verdad la sociedad se organiza? Me parece que, para ambas preguntas, la respuesta es un rotundo y sonoro "no". Pero ahí vamos a la enésima incoherencia de los ocurrentes "feisbuqueros": por una parte, suponen que lo que están haciendo es de un gran peso y enorme valor, sin embargo si uno les propone agotar los canales de participación existentes, como por ejemplo, organizarse con sus vecinos e ir a ver al diputado-representante más directo en la escala de abajo hacia arriba-, dirán que no, que eso no sirve, aunque no lo sepan de primera mano. Vaya, aunque ni siquiera lo hayan intentado, porque tampoco entre vecinos de su colonia, calle o edificio consiguen ponerse de acuerdo, empezando porque básicamente ignoran qué tipo de trabajo le corresponde hacer a dicho funcionario. Y de ahí pa'l real.
Creo que el ejemplo del alcoholímetro nos pinta de cuerpo entero como sociedad. Somos unos irresponsables que ni siquiera podemos o sabemos ejercer el sentido común-aunque La Jornaca diga lo contrario-, aunque eso sea para el cuidado de la propia vida, que se supone que debería de interesarnos. Nos hace mucha gracia el encontrar métodos cada vez más sofisticados para violar los reglamentos o para incumplirlos, aunque para ello nos cubramos las espaldas diciendo que en realidad, programas como el del alcoholímetro son abusos de autoridad y que El Torito está refeo. Creemos que un grupito en Facebook nos va a cambiar como sociedad-o ya nos cambió, mejor dicho-, cuando ni siquiera estamos de acuerdo en lo más básico. Pensamos que somos incluyentes, pero no paramos mientes en ofender al que no está de acuerdo con nosotros-case in point: me tocó leer un mensajillo en el muro del grupete ese donde tildaban poco menos que de ignorante a algún ingenuo que se había manifestado en contra de la "idea" de sentar en la silla al Loquito del Pantano-, o sea que en realidad incluimos al que piensa como nosotros, pero al que disiente lo discriminamos negándole participación. ¿Así o más incoherentes? ¿Y esta es la sociedad que está lista para tomar en sus manos las riendas del país? No quiero imaginarme en qué pararía semejante desastre. Mejor me sigo fumando mi apático cigarrillo, tomándome mi comodón café...y observando que, como sociedad, nos falta mucho.