domingo, 6 de junio de 2010

Controversias que genera el tapadismo

El tapadismo es un tema de discusión sumamente controvertido. Unos dicen que está bien y otros que está mal. A unos les parece una cuestión política y a otros les parece cultural. No, no me refiero a nuestros "tapados", aquellos personajes que aparecían en los cartones de los periódicos con la cabeza cubierta por un paño dejando al descubierto sólo los ojos cuando el tiempo de elecciones se acercaba y se daba por sentado que, al serle removida la servilleta de la cabeza se vería ni más ni menos que al próximo presidente de México. No, no voy a hablar de las épocas doradas del PRI, que ahora, quizás, gracias a la memez de muchos conciudadanos veamos revivir. No, hoy no quiero hablar de política nacional. Hoy me voy a meter con el tapadismo literal: el trapo que las musulmanas se ponen en la cabeza para cubrirse.
Mucho se ha llevado y traído la discusión en distintos parlamentos europeos. En Suiza, por ejemplo, se habla de que si los cantones en su totalidad están de acuerdo, se llevará la discusión a las cámaras para ver de eliminar la cubierta con que las musulmanas tapan sus cabezas y partes de su anatomía. En Bélgica y Francia se ha llevado un paso más allá: no sólo se trata del trapo, sino que se han buscado todas las disculpas jurídicas posibles en el asunto. Sarkoszy ha llegado a decir que se trata de defender la laicité del estado francés, ya que, según el ínclito mandatario, el velo, o burqa, es una manifestación eminentemente religiosa. Han llegado al extremo de decir que, tras el asalto a una joyería francesa por un par de individuos envueltos en el famoso trapo, su eliminación se ha convertido ya en un asunto de seguridad a efectos de identificación policial, ya que se trata de ver la cara, literalmente, de la gente que transita por las calles, no vaya siendo un delincuente disfrazado de modesta esposa o hija musulmana.
Las reacciones, por supuesto, no se han hecho esperar. Los más virulentos grupos feministas alegan que está bien que se prohíba su uso, que el velo es un elemento de sojuzgación femenina anticuado y retrógrada. Han llegado a bramar, presas de su entusiasmo, que incluso atrás de una fémina tapada se esconde un marido golpeador y ¿por qué no?, hasta asesino en potencia. Feminicida, perdonen ustedes. Los grupos xenofóbicos, de esos que no faltan en Europa, alegan que el uso de la burqa es una burda imposición por parte de los musulmanes, que se niegan a integrarse a las sociedades a las que emigran y que, por el contrario, buscan que las sociedades los asimilen sin cuestionamientos. Me pregunto si las usuarias de la burqa son las únicas que supuestamente buscan dicha cosa, ya que, en mi parecer, muchos grupos étnicos hay que no sólo no buscan integrarse sino que hacen hasta lo imposible por autosegregarse. Y los más fanáticos, esos que se creyeron el cuento de Osama Bin Laden, creen que se trata realmente de una movida del mundo árabe por establecer su hegemonía a nivel mundial. No lo van a hacer de un día para otro, argumentan, sino que, con la burqa como comienzo, pretenden terminar con los valores occidentales-los que sea que estos sean, ya que quienes se suscriben a dicha teoría nunca tienen la decencia de informarnos cuáles son esos valores-e imponer poco a poco una tiranía teocrática-musulmana, desde luego-, encabezada, supongo, por el Ayatolah, y el mundo, en poco tiempo, se verá inundado de muezzines ciegos llamando a la oración desde las alturas, tanto de la Torre Latinoamericana como de la Torre Eiffel. ¿Cómo se llegó a la teoría de Pinky y Cerebro? No lo sé. Si alguien tiene idea de cómo se puede ir de el uso de un trapo a la dominación del mundo, le agradeceré que me lo explique.
Los defensores del tapadismo tampoco faltan a la contienda. Por un lado, están los musulmanes tradicionalistas, que dicen que está bien que la mujer, por un asunto de modestia, "cubra su rostro a las miradas impertinentes y lascivas de los hombres", y que, en un mundo donde abundan las violaciones, una mujer cubierta salvaguarda su integridad mejor que una que va por la vida medio encuerada. Por otra parte, tampoco faltan los talibanes-literalmente-, quienes afirman que la mujer, al ser la tentadora por definición, debe de ir cubierta para evitar despertar las bajas pasiones de los hombres. Claro, como si fueran animales. Y hay aún un tercer grupo, que dice que el Corán, en ningún lado, obliga a las mujeres a taparse, que el tápalo, más bien, es una cuestión tradicional y que lo usa la que así lo prefiera. Y más aún: se puede optar por taparse enteramente o solamente la cabeza, medida de mucho sentido común si se piensa en las infames temperaturas donde el uso del trapo se generalizó.
Poco se escucha, sin embargo, a las opiniones que no se cargan ni de un lado ni de otro. Me refiero, particularmente, a los que nos suscribimos a la idea de que cada quien ha de vestirse como le venga más en ganas. Porque, y lo más curioso del asunto, a las propias mujeres musulmanas nadie les ha preguntado qué piensan de su trapo. Y cuando les preguntan, las respuestas son pasmosas. Pasmosas, claro, para el occidental promedio y para la feminista, ya que pocas veces estas damas dicen lo que uno supone que dirían. Porque dichas mujeres han dicho, una y otra vez, que sin el trapo no se hallan, como quien dice. Hace tiempo, leía yo un artículo sobre unos gimnasios exclusivos para damas, una de cuyas sucursales se encontraba en El Cairo, y ponían un ejemplo muy curioso. Una clienta llegaba por la mañana, se metía al vestidor, salía con sus mallas de likra, muy apropiadas para hacer ejercicio, su top deportivo, sus tenis y comenzaba su sesión. La dama en cuestión hacía uso de las máquinas de pesas y las caminadoras, y, al terminar su entrenamiento, iba a las duchas, tomaba su baño, se entrapajaba de pies a cabeza y salía del gimnasio muy campante. Al preguntársele que por qué usaba el trapo, la señora contestó que sin él se sentiría muy incómoda. Otro caso, tomado de un artículo que discutía las polémicas en torno al trapo, presentaba el caso de una musulmana trabajadora que, al terminar su turno, iba al baño, se maquillaba y se colgaba su burqa, como si tal cosa. Cuando un metiche le preguntó que para qué se maquillaba si nadie la veía, contestó, riéndose un poco del preguntón, que se maquillaba para sí misma, no para que la vieran, y que con su trapo se sentía protegida.
Las feministas, al leer este tipo de comentarios sobre el trapo, lo primero que hacen es brincar. Cuando se les dice que es justamente la nueva generación de musulmanas, muchas de ellas nacidas ya en países occidentales como Francia, que tiene la comunidad musulmana más grande de Europa, la que ha vuelto a adoptar el velo, aúllan, literalmente, que son mujeres a las que les han lavado el cerebro con tal de seguir con el esquema de dominación machista ejercido de manera soberbia por los musulmanes inseguros y ridículos. Y yo me pregunto: si dichas mujeres provienen, como algunas aseguran, de familias donde la madre jamás usó la burqa, ¿qué tienen las feministas que decir al respecto? Si hay cada vez más conversas al Islam en países como Francia y Bélgica, que libremente eligen taparse, ¿qué hay que decir al respecto?
La postura feminista es irrisoria. Y lo es porque, por un lado, hablan de empoderamientos femeninos y demás, hablando de que el trapo es una imposición machista, pero cuando se les voltea la tortilla y se les avisa que hay mujeres que se tapan por propia voluntad, porque ellas así lo deciden, alegan que les lavaron el cerebro. Por fin, señoras, ¿somos o no somos? ¿No será que el feminismo ahora está buscando respuestas para todo, quedándose atrapado en un berenjenal de contradicciones que se exhiben de manera flagrante en casos como éste? Porque a mí así me suena. Si una mujer dice que la tapan, malo. Si dice que ella quiere taparse, peor. ¿No se está cayendo en una especie de trampa, en donde, lo que las feministas dicen ha de ser razón por todo y para todo? ¿No será que el feminismo, así como las doctrinas de izquierdas, está queriendo tener la carta ganadora al final, y que, al ser esgrimida por el feminismo automáticamente trumps everything else, aunque sea una contradicción o una paparrucha?
La cuestión del poder de decisión, al parecer, está siendo olímpicamente ignorada, tanto por quienes apoyan la medida de destapar a las mujeres como por quienes critican que haya quienes optan por taparse. Y así, señores, no hay discusión posible, porque en medio quedan, justamente, las voces de aquéllas a quienes es políticamente incorrecto escuchar, cualquiera que sea su posición: las tapadas. Los gobiernos las quieren destapar, el feminismo las quiere destapar, cada uno por sus muy peculiares razones, cuando ellas quieren seguir tapadas. Y justamente, si no se les incluye en la discusión, no hay conclusión válida. Todo se limita a imponer, a decidir unos cuantos por muchos, a quienes se afectará de manera directa sin habérseles consultado en nada qué es lo que piensan, ya por no decir que no se les tomará en cuenta, a menos que digan lo que todos quieren escuchar.
Ah, chirrión...¿les suena conocido?

P.D.: Disculparán mis queridos lectores que haya introducido la opción de moderación de comentarios, pero, donde termina la libertad de algunas gentes de entrar a invadir blogs, perfiles y todo lo demás, empieza mi libertad de gestionar mi espacio conforme mejor me dé la gana...para eso es mi espacio.