martes, 8 de septiembre de 2009

"Lost in Austen", las hijas de Pamela y el bovarismo posmoderno

La programación de la televisión por cable se parece sospechosamente a la famosísima aria del Rigoletto de Verdi: "La donna e mobile". Un día anuncian a bombo y platillo la transmisión de una serie 'completa' para que, ya cuando está más que picado, o la cambian de día y hora, o de plano la dejan de transmitir. De modo que, cuando vimos anunciado algo que respondía al título de "Lost in Austen", primero no le dimos gran importancia. Pensamos que era una película, ya que la anunciaron en el horario en que acostumbran transmitir las películas de los domingos, y como en esta casa la televisión los domingos se apaga religiosamente a las ocho de la noche, ni pelamos. Pero, en el transcurso de la semana que siguió, nos percatamos de que se trataba de una miniserie, de la que pescamos el segundo capítulo. Ni modo, pensamos, encogiéndonos de hombros. Ya será para otra ocasión. Sin embargo, parece que en Film & Arts gustan de comprar cuatro series y sacarles el mayor jugo posible, léase, las transmiten hasta el cansancio, y luego, para no aburrir al público, rompen con el seriado y transmiten capítulos a capricho del director de la programación en turno. Luego, cuando el mismo ya se aburrió, la dejan descansar un tiempecito, y otra vuelta. Y esto fue lo que poco más o menos sucedió con la miniserie mencionada. La retransmitieron en el horario de los martes a las nueve de la noche, por lo que pensamos que estaría cardíaco seguirla, ya que a esas horas vamos llegando, cuando no más tarde, pero en las múltiples repeticiones con que nos regala la televisión por cable, vimos la posibilidad de verla tres horas después. Y nos dimos a la tarea con grandes bríos.

El primer capítulo nos cariaconteció un poco. No por la calidad de la serie en sí misma, sino porque, a golpe de vista, parece versarse sobre "Pride and Prejudice", novela de Jane Austen que justamente no habíamos leído. Tratando de pescar mejor tanto el chiste como el chisme, nos dimos a la tarea, en la semana que transcurrió entre el primer y el segundo capítulo, de leer desaforadamente la novela. Y entonces sí empezó lo bueno. Porque la miniserie nos sorprendió en más de una forma.

Me explico: para los que buscan una adaptación, creo que tanto el cine como la BBC ya se han dado a la tarea de hacer las mismas, unas peores que otras. Esto no es una adaptación, definitivamente. Podría incluso decirse que la novela queda como una mera referencia, el entramado básico que se subvierte a gusto del re-creador de la misma, un telón de fondo que sirve a acontecimientos que nada tienen que ver con lo que la autora de la novela estableció en la misma. Pero antes de pasar a hacer un breve análisis de la miniserie, creo que un resumen de la trama viene a cuento, no a manera de contar el chisme, sino de poner en contexto el dicho análisis.

Para no hacer el cuento largo, diremos que la serie versa sobre una chica, Amanda Price, que vive con la cabeza metida en Pride and Prejudice, a decir de algunos, 'la mejor novela de Jane Austen'. El problema de Amanda radica en que su vida se parece más a la de una empleada de banco del siglo XXI, que es lo que es, que a la de una heroína de novela romántica de principios del siglo XIX-quizás debido a una mala colocación de los números romanos-. Un día, cuando por enésima ocasión se encuentra con las narices metidas en la novela, se le aparece Elizabeth Bennet, la heroína de la novela, en el cuarto de baño de su apartamento. En este primer encuentro, la Bennet desaparece tal como apareció, pero en el segundo encuentro, le explica a Amanda cómo fue que entró: la pared del baño da a una puerta condenada en casa de los Bennet. Amanda se asoma, entra, y la puerta se cierra tras ella, no sabría precisar si por accidente o si Elizabeth la cierra intencionalmente. Y cuando Amanda se encuentra en el mundo que ha poblado sus fantasías durante años, empieza lo bueno.

Una trama basada en una persona que de súbito se encuentra en otro tiempo y otro lugar no suena a nada del otro mundo. Se ha hecho ya en múltiples ocasiones y con distintos fines, a veces cómicos-las más-, a veces trágicos. Llega el genio de la alfombra voladora, el científico loco o lo que ustedes gusten mandar, y transporta al protagonista, por los motivos más diversos, a una época en la que el mismo tiene un particular interés. El berenjenal es típico: el protagonista lleva consigo, obviamente, los modos y costumbres de la época en la que vive, y como generalmente se traslada al pasado, tiene la carta extra de la ventaja, ya que ya sabe qué es lo que va a pasar. Está en sus manos, entonces, modificar los acontecimientos para que 'todo siga igual' y regresar feliz a su época. Muy trillado, ¿no? Pues el caso de esta serie no es el mismo.

Para empezar, como ya se dijo, la novela, casi desde el principio, queda de mero telón de fondo. Amanda piensa que todo es muy sencillo, que lo único que ella tiene que hacer es sentarse a observar como se desarrollan los acontecimientos que conforman la novela, y una vez que termina la misma, regresar tranquilamente por su puerta a su Hammersmith del 2008, y seguir pensando en las musarañas. Pero el primer problema es la ausencia de la protagonista de la novela, quien se encuentra, precisamente, en el Hammersmith del 2008. El segundo problema es que, al encontrarse en la casa de los Bennet en una posición muy distinta de la de la 'mosca en la pared', se ve involucrada en los sucesos que toman lugar en la casa y de lo que les pasa a los habitantes de la misma. Y el tercer problema radica en que lo que pasa frente a sus ojos no es exactamente lo que ella creía saber gracias a la información proporcionada por la novela.

Es ése, justamente, lo que considero el mayor encanto de la serie: que se desarrolla en tres niveles narrativos. El de la 'realidad' de la vida de la protagonista, el de la novela, y el de la 'realidad' de la novela. Porque ella empieza a darse cuenta de que las cosas no son como las plasmó Jane Austen en su novela. Y mayor es el pasmo cuando se percata de que tampoco los 'personajes' se comportan como deben de hacerlo según la información que de los mismos ella posee; más bien se da de manos a boca con personas, que al igual que ella misma, tienen reacciones bien distintas de las que Austen fijó para sus personajes. Así, cuando ella trata de que Charles Bingley se fije en Jane, la mayor de las hermanas Bennet, ya que eso es lo que prescribe la novela, éste se fija primero en ella misma, y luego, ya avanzada la serie, se 'fuga' con Lydia, la hermana menor. Y los personajes, si bien no se distancian demasiado de como Jane Austen los pintó, tienen unos giros que resultan inesperados completamente, para pasmo de Amanda, que no sabe cómo debe de arreglar lo que ella considera un entuerto cuando las cosas se alejan demasiado de lo que marca la novela. No es sino hasta el final de la serie que Amanda comprende que la novela no tenía nada de 'real', y ella decide quedarse, entonces, en ese mundo que no es el de la novela, pero que tampoco es el suyo, mientras que Elizabeth Bennet descubre los encantos de la macrobiótica, el cabello corto y la tecnología y decide cambiar lugares con Amanda. La puerta queda entreabierta, dando a entender que quizás el cambio no es tan irreversible, y que cualquiera de las dos tiene la posibilidad de entrar y salir cuando quiera.

El que los personajes de la novela no son tales sino 'personas' se pone de manifiesto desde el momento en que pueden interactuar con la protagonista con la mayor libertad. Ella, entonces, no llega al mundo de la novela, sino, efectivamente, a la Inglaterra de principios del siglo XIX, y cae, no dentro de una familia de novela, sino dentro de una familia 'real'. Y cuando, ya hacia el final, Amanda, desesperada, regresa a Hammersmith a buscar a Elizabeth para enderezar todo lo que se torció-según lo que ella cree que debe de ser, de acuerdo con la novela-, se da cuenta de que Darcy, el héroe de su bienamada novela, la ha seguido, la acción entre personas que han dejado de ser, o más bien que nunca fueron, personajes de una novela, queda por completo de manifiesto. Y todo toma un rumbo bien distinto: por ejemplo, la madre de las Bennet deja de buscar casar a las hijas a como dé lugar, el matrimonio de Jane con Collins queda disuelto gracias a la intervención de Lady Catherine y finalmente se da a entender que se marchará a América con Bingley, George Wickham encuentra un buen partido en Caroline Bingley, quien le hace 'ojitos' a pesar de ser una lesbiana confesa, y Amanda encuentra su premio en Fitzwilliam Darcy, mientras que para Elizabeth Bennet el premio consiste en ser una mujer 'moderna y liberada' del siglo XXI, trabajadora e independiente.

Lo curioso del caso es que Jane Austen es, en mi parecer, una novelista bastante reaccionaria. Para ella el que una mujer trabaje son pamplinas, cuando no una maldición,como lo pone de manifiesto en Emma. Y cada quien ha de casarse según le corresponde. Nada de igualdades, ni mucho menos. La escalada social se condona únicamente en el caso de 'mujeres excepcionales', como sus heroínas, quienes, a pesar de tener fallos de carácter, siempre se ven pulidas por el hombre a quien están destinadas, para al final alcanzar la felicidad absoluta con el hombre absolutamente correcto para ellas. Así, Elizabeth, en Pride and Prejudice, tiene que deshacerse de los prejuicios que tiene con respecto a Darcy, cuando él ya se ha deshecho de su orgullo, y así poder ser absolutamente felices. El único error del héroe es haber separado a Jane Bennet de Charles Bingley, sin embargo, repara su falla sin demora cuando este punto es uno de los que Elizabeth le reprocha, aunque, en tanto su familia, ella se da cuenta de que Darcy tiene razón. Sin embargo, los errores de Elizabeth son varios: el prejuicio en contra de Darcy, su precipitada inclinación hacia George Wickham, por ejemplo, muestran que ella tiene más que aprender que él, y que finalmente ella tarda más en pulir sus fallas. De todas formas, una vez salvados los obstáculos, están destinados a ser felices para siempre. Es justamente en 'ese' mundo a donde va a caer una empleada de banco del siglo XXI. Y cuando, tanto su madre como su compañera de casa le señalan que está enamorada de Darcy, ella alega que no lo está, sino que está enamorada de los 'modales, del romanticismo, del cortejo'. Todo lo que salta a la vista en un análisis superficial en las obras de Austen es lo que se le escapa a Amanda, quien evidentemente vive aquejada de bovarismo posmoderno. Suspira y se oprime cuando su novio, Michael, le propone matrimonio con el arillo de una lata de cerveza en vez de caer de rodillas con un anillo de verdad una vez se hubo bajado de un caballo blanco. Sueña con el mundo de Jane Austen y en ser la protagonista de la novela, y como el personaje de Flaubert, añora los arrebatos que supone en los personajes de la novela que ella misma no puede sentir en su vida tal cual es-una reniega de ser una campesina, la otra de ser una empleada en un banco-. Y termina, no como Madame Bovary, sino como una de las innumerables hijas de Pamela.

Porque el cuento de Amanda Price es el de una de tantas Cenicientas posmodernas, sin zapatilla de por medio. En esto no hay diferencia con los personajes femeninos de Austen: todas reciben un premio por ser 'excepcionales'. En eso radica su virtud, aunque la virtud para Richardson se entendía en un sentido más literal. Sin embargo, el premio consiste en lo mismo: un matrimonio ventajoso en lo material y lo social, y feliz. Amanda Price es una Pamela posmoderna, para quien su única virtud consiste en desear fervientemente, como Cenicienta, que se le cumpla el sueño y pueda ir al baile. Incluso, la Elizabeth Bennet de la serie es una Nancy Howe-la indomable amiga de Clarissa Harlowe-, con su fiero deseo de independencia. ¿Seguimos, a casi trescientos años de distancia, bajo el influjo de Samuel Richardson? ¿Y el cuento de la liberación de la mujer? Porque en Austen se entiende que de liberación, ni hablar del peluquín-por no decir que sería un despropósito y un anacronismo idiota-, pero en una serie producida apenas el año pasado, de la que se está haciendo una película, por cierto, para el año que entra, el que una mujer quiera cambiar de sitio con su congénere que vivió, supuestamente, doscientos años atrás, queda un tanto chistoso, como no sea para ilustrar su naturaleza de cuento de hadas posmoderno, con un final típico y convencional, si bien lejos, muy lejos de lo que Austen pergeñó. La serie, de cualquier forma, entretiene y bastante, ya que la trama está bien tejida, no tiene hoyos, y es un berenjenal narrativo que no carece de interés. Lo que se trasluce, después del análisis un poco más detenido, ya es harina de otro costal. No deja de llamar la atención el hecho de que, a juzgar por el final de la serie, se siga pensando que hay mujeres cuya única aspiración es el romance y el matrimonio, mas, si se da una ojeada a cualquier edición de Cosmopolitan, hay por lo menos un artículo destinado al tema-siempre con un peculiar énfasis en 'cazar' un hombre para obtener una validación social completa, que no da ni la profesión ni nada de eso, por favor-, con lo cual se da al traste con el cuento de la Wonder Woman de la posmodernidad. Es por esto que yo titularía a la película: "Amanda Bovary, una hija de Pamela, perdida en Jane Austen: una Cenicienta posmoderna-mujeres liberadas de a de veras, abstenerse".

9 comentarios:

  1. Me parece detectar en el desenlace de esta curiosa telenovela un deseo de darle gusto a todos: por un lado, a la proto-feminista(Elizabeth Benet) se le concede el deseo de aterrizar en "Hammersmith 2008" (es decir, el muy avanzado Londres, capital de la modernidad), la tierra prometida de la libertad y las oportunidades para todas las mujeres oprimidas; mientras que, por otro, a la idealista (e idealizada) fémina soñadora, Amanda Price, se le abre la puerta mágica al mundo de sus sueños, donde la espera un precioso especimen de esa apreciada raza: el macho gentil (supongo que Esther Vilar no dudaría en considerarlo un "varón [perfectamente] domado"), y todo una vida de perfecta dicha matrimonial. La media naranja, y todo eso.

    Sin embargo, este equilibrio tan cuidadosamente fabricado, no impide que de él se extraigan algunas conclusiones poco favorables, desde el punto de vista del valor de la liberación femenina: por ejemplo, uno podría pensar que la elección final de Amanda Price muestra que la mujer moderna, consciente de lo que se sufre sobándose el lomo para llevar una vida de independencia, siempre estará dispuesta a volver a la edad de oro del matrimonio a la antigüita.

    En una de esas, la segunda temporada de Lost in Austen será una Elizabethiada, en la que se cuenten todas las peripecias por las que pasa la Benet, tratando de destrabar la condenada puerta que la llevará de regreso a casa.

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  2. Muchas gracias por tu comentario, pues me ha parecido muy acertado. Como fan de Austen, fue una sorpresa, que pese a los giros y situaciones 'algo vulgares', nos encontremos con una serie muy diferente y superior a adaptaciones más 'fieles' o que eso prometen. Cierto que Amanda sufre de Bovarismo, de un bovarismo antiguo, pero no caiga al vacío a través de él, y no sea el bovarismo del de algunas lectoras de Cosmopolitan y similares. Me ha encantado que al final sea premiada a lo Richardson ;)

    PD: ¿Qué le pareció el libro original?

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  3. Hola, Carmen,
    Gracias por tu comentario. En cuanto a la novela original, es una novela muy típica de Jane Austen: una intriga bien tramada, pero un final un tanto predecible, con la consigna de siempre: el matrimonio es el que da la última validación social a la mujer, más si se lleva a cabo con el hombre adecuado. Los entramados sociales están presentes, como de costumbre, con los líos que conlleva el que personas de distintos ambientes, educaciones y finalmente, estratos sociales, se conozcan y se enamoren.
    Los personajes femeninos de Austen-voy a referirme a tres de sus novelas únicamente, que son las que cito en mi comentario, y a las protagonistas solamente- se embarcan, por así decirlo, en un viaje de autoconocimiento, en el que, huelga decirlo, se topan con múltiples dificultades porque al inicio del viaje ellas están convencidas de tener la razón. Es el hombre que la autora les destina, casi desde el principio, el que les hace ver la luz sobre sus errores. Son, muy en mi parecer, casi cuentos de hadas, donde estas mujeres al final reciben su premio, que consiste en un matrimonio ventajoso, no sólo en el sentido material: por ejemplo Emma se ve recompensada con un hombre de sentido muy superior al suyo; el galán de Elizabeth cuenta con medios muy por encima de los de ella; Marianne Dashwood, con un hombre que templará su naturaleza un tanto fantasiosa.
    Lo que me resultó muy curioso es que la mano de Samuel Richardson se siga sintiendo a la hora de crear un cuento de hadas del siglo XXI. Pero lo mejor de todo, es que generalmente se remiten a Pamela, dejando a un lado a su hermana oscura, Clarissa. Y en la cazuela en la que cocieron "Lost in Austen" dieron cabida a la protonovela, a uno de los pioneros de la novela moderna, e incluso hasta a las prédicas del Cosmopolitan; sin embargo no lo hacen de manera vulgar: muestran, como comenta Daniel más arribita, las dos caras de la moneda. Por un lado, tenemos a una protoempoderada feminista como Elizabeth Bennet, cuya recompensa es vivir en el Hammersmith del 2008 como una fémina liberada e independiente, sueño guajiro de muchas mujeres de la literatura y del mundo en general en todas las épocas, reinterpretando a la Bennet de la novela, no en tanto personaje sino en tanto persona, y colocándola, no donde debiera de estar, sino donde quiere estar. Mismo caso de Amanda: se soba el lomo trabajando pero quisiera estar en otra parte, en el mundo de las novelas de Jane Austen, y se le concede, a medias, el deseo. Hábil, ¿no?
    Nuevamente, gracias por el comentario.

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  4. Gracias por tu respuesta Patricia. Estoy parcialmente de acuerdo con tu visión de estas novelas, pues sí pueden actuar de cuentos de hadas en las que las protagonitas y también ellos, son recompensados por su evolución y cambio. Eso sí, viéndolo con los ojos de su época, ¿qué otra cosa podía esperar una mujer más que el matrimonio? Así, lo que yo creo que hay que ver es la ironía de las mismas y no pensar sólamente en el cuento romántico que evade, como hace una Amanda bovarista en Hammersmith 2008, pero que como bien dices, cuando se pone a trabajar por arreglar los errores que ha cometido desde su llegada, acaba siendo recompensada con su sueño, como la Lizzy de la actualidad. En mi opinión es una serie entretenida, que podría haber sido más 'aguda' en su sentido del humor o habernos enseñado la otra cara de la moneda que es Elizabeth en 2008, pero no me voy a quejar. Como dices, resulta más hábil que otras cosas más serias, o que ellos suponían serias, como la poco rigurosa 'Becoming Jane' de Anne Hathaway.

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  5. Hola, Carmen,
    Gracias por tu nuevo comentario. En cuanto a las expectativas femeninas, resulta curioso que, unos sesenta años antes que Jane Austen, Samuel Richardson se diera a la tarea de pintar, tanto en Clarissa Harlowe como en Anna Howe a un par de jóvenes perfectamente virtuosas para quienes el matrimonio no era siquiera una opción, y que aspiraban a una independencia económica-que la Howe tiene gracias a la herencia de su difunto padre y Clarissa gracias a la de su abuelo-y social, dando a entender que una mujer sola e independiente podía ser perfectamente respetable, perfectamente capaz de manejar sus asuntos y perfectamente respetable. Para este par de mujeres richardsonianas, el 'Príncipe azul' de Pamela es hasta diríamos que un castigo. Y resulta muy de notar también que Clarissa trabaja supervisando y administrando su granjita, a la vez que Pamela es una sirvienta, condiciones ambas que no las disminuyen, podría decirse que hasta al contrario. En "Emma", Jane Austen hace un punto lapidario respecto a la mujer que trabaja: el trabajo es una maldición. El caso de Jane Fairfax es el de la 'familia respetable' tan venida a menos que la sobrina tiene que trabajar de institutriz a menos que llegue alguien de medios y la rescate de una condición abominable: la mujer que trabaja.
    A esta luz, Richardson resulta más 'moderno' en sus postulados que Austen. Para Richardson, si bien es cierto que un matrimonio feliz, concertado de común acuerdo entre ambas partes no es de despreciar, también cabe la posibilidad de la soltería e independencia femeninas. Para Austen no: hay mofa para la solterona y horror y lástima hacia la mujer que trabaja o que se ve 'forzada' a ello.
    ¿"Becoming Jane"? Nunca había oído hablar de esa serie. ¿Cuándo se produjo? ¿Hay alguna manera de conseguirla? Te agradecería si me pudieras proporcionar información al respecto. Jane Austen no es mi tema de estudio, la verdad, pero me agrada seguir lo que se ha hecho de y con sus novelas.
    De nueva cuenta, gracias por tus comentarios.

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  6. Bueno, en primer lugar, disculpa el retraso. Bien, te cuento, no he leído a Richardson, pero por lo que sé aunque mostraba a las mujeres independientes, el fin al final era el matrimonio. ¿Cuál era la profundidad del 'jefe' de estas mujeres respecto al matrimonio? ¿La virtud era premiada con el matrimonio y subida en la sociedad? E incluso, podría decirse que lo único que estas mujeres hacen es defender la virtud, hasta que está bendecida con un anillo. Eso sí, puedo estar equivocándome.
    En cambio, Austen, que no es reaccionaria y sabe en el fondo, que la salida 'honrosa' de la mujer es el matrimonio, o la trata de exclavas como dice Fairfax respecto a las tutoras, y por tanto se burla y juega con el concepto. No es moderna, pero muestra a mujeres que sienten y piensan en algo más que su virtud. Conservan dicha virtud por establecimiento de la sociedad, pero su profundidad creo que es mayor que en el tema de Richardson.
    Al final, no se si me estoy desviando de lo que estamos hablando...pero bueno.
    Becoming Jane (http://janeausten.zxq.net/becoming.htm) es una película y bastante mala y retrógrada para mi gusto hecha para contentar a la población femenina ávida de cuentos con príncipes azules y ranas. La BBC respondió con Miss Austen Regrets, (http://janeausten.zxq.net/regrets.htm) que por cierto, emiten hoy en Latinoamérica, una película bastante triste sobre por qué quizá Austen acababa casando a las heroínas.
    Aunque sea autobombo y necesite actualización, te dejo la web que tengo con mi hermana para que investigues el tema:
    http://janeausten.zxq.net

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  7. Hola, Carmen,
    Nuevamente gracias por tus comentarios y por toda la información. ¡Seguro que voy a revisar el material! Y sí, me parece haber visto que hace no mucho transmitieron "Miss Austen Regrets", si no recuerdo mal, sólo que no tuve oportunidad de verla. Beh, ya será para otra.
    Mm, yo sé que Richardson puede ser muy aburrido-lo decía uno de mis tutores, que 'Pamela' era tremendamente aburrida-, sin embargo, creo que ataca temas, como por ejemplo, las relaciones en general-familia, amigos, relaciones amorosas, etcétera-y cómo operaban sobre las mujeres en una novela como 'Clarissa'-que sé que impone, más parece un tabique que una novela-con una profundidad y a un detalle que no pueden menos que impresionar. La virtud, por supuesto, es uno de los temas-parece que al señor le fascinaba el concepto-, pero también ataca de frente cuestiones como las hijas que son vistas como mercancías-el caso de la propia Clarissa-, no sólo como en el caso de las chicas Bennet, quienes son vistas por la madre como una salvaguarda contra la indigencia-lo que me hace pensar un poco en la Moll Flanders o en la Roxana de Defoe, donde ellas mismas se convierten en mercancías(Moll por lo menos cuando todavía puede)-, sino por la pura ambición de las familias, que buscan agrandar sus posesiones por medio de enlaces 'convenientes'. En este punto, me recuerda un poco a la Harriet de Etherege, aquella heroína que se rehúsaba a ser 'mercancía en manos de padres ambiciosos'.
    Tocas un asunto por demás interesante: el de la institutriz, que me trae a la mente a 'Jane Eyre'. En 'Jane Eyre', si nos remitimos a lo estrictamente social, no existe juicio de valor respecto a las condiciones de vida de la institutriz. Podría decirse, incluso, que los períodos más felices en la vida de Jane son los que pasa como profesora en Lowood, y posteriormente en la casa de Rochester, si bien, probablemente, por razones diferentes. Podría decirse entonces que la situación de la institutriz era mucho más deseable que la de lavandera, hilandera, obrera o incluso que la de sirvienta.
    Este debate literario me está interesando mucho. ¿Te parecería bien continuarlo por correo electrónico? Si es así, te dejo mi dirección: patruizis @ gmail . com
    Gracias, espero continuar con este debate tan interesante, y que se prolongue mucho más-aquí hay limitaciones de espacio, es lo malo-.

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  8. De acuerdo, te escribiré en cuanto encuentre un hueco, aunque creo que no estoy a nivel :)
    ¡Nos escribimos!

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  9. Perdón por el retraso, Carmen,
    No, no es competencia, es simplemente compartir puntos de vista para nutrir las lecturas de cada una de la novela. Muchos saludos, y espero tu mail. :)

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